martes, 20 de octubre de 2009

VEREDAS RIOPLATENSES A TANGO Y TAMBOR

Escribe Walter Ernesto Celina

La UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) acaba de celebrar en Abu Dhabi (Emiratos Árabes) una reunión del comité intergubernamental que entiende en la calificación del denominado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
El tango, a instancia de las municipalidades de Buenos Aires y Montevideo, así como el candombe, por iniciativa de la uruguaya, fueron incorporados a los listados que caracterizan a estas expresiones musicales como bienes bajo protección.
El amplísimo ciclo de evolución del primero, la formidable riqueza que encierra como música orquestada, acompañada por una danza original, vivaz y sensual y un canto de inigualable expresividad, sintetizados con armonía y belleza, ameritan la distinción.
Crecido el tango desde el suburbio y los inquilinatos, con la marca de los sinsabores de la vida, a menudo prostibularia, y las nostalgias de la inmigración, que buscaba mejor destino en estas tierras, supo amalgamar dulzuras y dolores íntimos, familiares, sociales, alegrías y remembranzas, en un juego de dramatizaciones irrepetibles y sin parangón en el mundo.
Caminó por veredas polvorientas. Del desprecio transitó a la aceptación, convirtiéndose en su apoteosis en música de todos.
En otra escala, la negritud fue reservorio doliente de las naciones martirizadas por el culto de los esclavistas. Tras los muros del viejo Montevideo, los africanos y sus descendientes cantaron y danzaron por sus desgarros, en un ceremonial que comenzó a abrirse al público en las festividades carnavaleras.
El ritual negro, con sus figuras típicas, muestra una danza sostenida y voluptuosa, asistida por el ritmo de las lonjas (chico, piano y repique). Color, sonido, movimiento, conmocionan y contagian una especie de fuerza telúrica, propicia a una exaltación arrebatadora del ánimo.
Desde Montevideo estos sones ganaron ciudades del interior del país, a las que se suman manifestaciones grupales en Buenos Aires.
Por las veredas rioplatenses, tango y candombe muestran con orgullo identidades propias, singulares.
La investigadora, poetisa, letrista de tangos argentina y, muy apreciada amiga, Sra. Martina Iñiguez, me remitió la letra de tango que le pertenece: Un mismo corazón
Su difusión es propicia a la celebración de un acontecimiento relevante, que hermana a nuestros pueblos y a los defensores de nuestros acervos culturales:

UN MISMO CORAZÓN
Tango
1ª parte
Señores, soy el tango, nostálgico y malevo,
un sentimiento reo me copa el corazón.
Con savia de suburbio y aprontes orilleros
mis cortes fileteo del Plata hasta el Japón.
Yo soy de dos ciudades, las dos de tango en pecho.
Una es Montevideo, bahía y malecón,
y anclado en la otra orilla, si quiero darme aires,
estiro en Buenos Aires mi piel de bandoneón

2ª parte
Señores, soy el tango,burdel, convento y fango...
Florece mi poesía misterios en la voz.
La Cruz del Sur me guía y el río, como un lazo,
hermana dos pedazos de un mismo corazón.

1ª parte bis
Circulan mis arterias Maroñas y Palermo,
Pocitos y La Boca “Pigall” y el “Bataclán”.
Pintín, Piazzola, Troilo, Canaro, Filiberto,
son parte de un concierto sin tiempo, sin edad.
Tembló “Mi noche triste” junto a “La Cumparsita”,
la fama me dio cita y yo acudí puntual
cuando un “Zorzal” canyengue aceleró latidos
y dio jaque al olvido poniéndose a cantar.
A la 2ª parte y fin
.
Canta Silvana Grégori acompañada por el trío de Quique Greco

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Música de Argio Pallares (uruguayo)

Año 1950, la orquesta de Hugo Pelossi actuando en el Centro Democrático con sus integrantes Hugo Pelossi (piano), Francisco Dubini (acordeón piano), Yamandú Varela (saxo), Ángel Domínguez (bandoneón), Blas Jelpo (contrabajo) y Argio Pallares (batería).

Tomada de la página: http://ecosregionales.com.uy/?edicion=1168&noticia=3886

Martina Iñiguez y Silvana Grégori

waltercelina1@hotmail.com

12.10.2009

jueves, 15 de octubre de 2009

UN TESORO DE BANDONEONES Y LONJAS

Escribe Walter Ernesto Celina

Fue en los suburbios, maduradores de la pobreza, y en los conventillos urbanos de la inmigración, en que el dolor latía como para desequilibrar la esperanza, que nacieron unos pequeños racimos sonoros. Con el valor de un instinto de sobrevivencia, suavizaban la vida dura de entonces. Eran, apenas, pasajes fugacísimos: una danza, unas estrofas cantadas o un ritmo.
Con el leve perfume de las madreselvas, se fueron agarrando al alma de sus protagonistas. Y como todas las creaciones que vienen de la raíz popular, estallaron en sus inicios con la modestia de los festejos grupales.
El tango y el candombe recortaron sus perfiles, tras sus respectivos tránsitos históricos de aceptación y apoteosis social.
Y, lo que a nivel rioplatense tratándose del tango, y especialmente montevideano, en relación al candombe, pudieron ser considerados bienes culturales constitutivos de una identidad regional, reservarían derecho a adquirir dimensiones de trascendencia.
Tras desarrollarse y crecer, las dos formas traspusieron los puertos que las amparaban. Cruzaron fronteras propias y ajenas. Plasmaron artes de valoración superlativa.
La UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) enroló a ambas expresiones musicales en los listados del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
En 1972 la entidad había definido el concepto de patrimonio cultural, el que fue adoptado en la Convención de la materia, en 1975.
Siguió la elaboración acuñada por el antiguo derecho romano. Patrimonium es lo que se hereda de padres a hijos. La noción fue trasladada a monumentos y paisajes naturales, poseedores de valores universales excepcionales, alcanzando los enfoques histórico, artístico y científico.
Desde 1990 la UNESCO trabajó la idea de salvaguardia del patrimonio no tangible, oral o inmaterial. Una nueva Convención, en 2003, alcanzó un enunciado preciso y conformó medidas protectivas.
El patrimonio inmaterial abarca “las prácticas, representaciones, expresiones, conocimientos y habilidades, así como los instrumentos, objetos y artefactos, los espacios culturales asociados con los mismos, que las comunidades, los grupos y, en algunos casos los individuos, reconocen como parte de su legado cultural.”
A partir de las peticiones formuladas por las municipalidades de Buenos Aires y Montevideo, el tango entró en la lista de bienes no tangibles protegidos, lo mismo que el candombe, cuya matriz uruguaya no excluye algún matiz porteño. Como contrapartida, la declaración supone la preservación de los atributos de los bienes salvaguardados por parte de las autoridades nacionales competentes.
El espaldarazo que el comité intergubernamental, reunido en Abu Dhabi (Emiratos Árabes), acaba de dar al tango y al candombe pone en el podio de los homenajes perdurables a los cantantes, músicos, coreógrafos, bailarines, compositores, po
etas y custodios de estos tesoros vivos de nuestra cultura.

Esplende el cofre musical. Fluyen los sones añejos de los tambores de la negritud y corporizan las telas de Pedro Figari. De los rescoldos del tiempo, llegan las coplas criollas que cantaron a la independencia y al gauchaje bravío. Y las que en ramillete se armaron, desembocando un día, en los versos que Villoldo estampó sobre una música de Saborido, para inaugurar con La morocha el más asombroso derrotero.
Carlos Gardel condensa, consolida y deja las puertas abiertas para un inabarcable futuro. Cual malvón de orilla, un “lo que vendrá” -avizorado por los De Caro, Troilo, Pugliese y Piazzolla- está en floración.
Suenan las lonjas. Se estremecen las guitarras y los bandoneones.
12.10.2009