Escribe Walter Ernesto Celina
24.11.2012
Un jurado presidido por el reputado investigador Prof. Dr. Guillermo
Dighiero e integrado por gente de la cultura nacional acaba de conferir el Gran
Premio a la Labor Intelectual
2012 a
dos personalidades notorias: Washington Benavídes en letras y Rodolfo Gambini
en ciencia.
El galardón se discierne cada tres años a quien o quienes
se hayan destacado a lo largo de su vida por actividades de especial relevancia
para el país.
Conviene recordar quién es quién, para después ingresar a
un terreno inédito, cual será la faceta distintiva de la nota.
Cambio el orden arriba enunciado para
establecer que Rodolfo Gambini es licenciado de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República y doctor en Física Teórica
en la Universidad de París XI
e Instituto Henri Poincaré. Ejerce en Uruguay como profesor
titular de la Facultad de Ciencias y dirigió el Programa para el
Desarrollo de las Ciencias Básicas (PEDECIBA), entre 2001 y 2008. Forma parte de las Academias de Ciencias Exactas y Naturales de Buenos Aires,
de Ciencias de América Latina y de Ciencias del Tercer Mundo. En su especialización, la
teoría de los campos cuánticos, unificación de la relatividad general y la
mecánica cuántica, se le reputa como autoridad mundial. Es autor de más de
110 publicaciones científicas.
Washington Benavídes, por su parte,
fue profesor de literatura en la enseñanza media y universitaria y de arte; crítico,
ensayista y maestro. Músico y poeta, con un gran caudal de libros editados. El
primero de ellos, “Tata Vizcacha”, vio luz en Tacuarembó en 1955. A los pocos días, los
ejemplares fueron requisados y quemados en la plaza principal por una horda
inquisitorial.¡Había cometido el pecado de satirizar a políticos de la
localidad! Lo demás, fue macartismo puro.
Su pluma registró temprana aparición
en la mítica revista mercedaria “Asir”, del venerado círculo compuesto por
Lockhart, Peduzzi, Klinger y Bordoli.
No fue casual
que en el período militar coadyuvara a la vigorización del “canto popular”, una
de las expresiones de afloración de la resistencia democrática
Sus poemas cobraron fuerza viva en
voces como las de Zitarrosa, Darnauchans, Viglietti, Moraes, C. Benavídez,
Larbanois-Carrero y otros.
Bajo el imperio de las sombras, entre
1973 y 1984, la vieja Radio Nacional, CX 30, que fuera de Don Miguel Svirsky,
iluminaba como un faro. José Germán Araújo amparó a periodistas abnegados y
valientes. Y, como nadie en aquel Uruguay, jugó un papel principalísimo. Con
José Germán estaban Efraín Chury Iribarne, Alfredo Percovich, Milton Schinca y
más.
No conocía al Prof. Benavídes, salvo
por su fama de buen docente y poeta inspirado. En la aproximación al núcleo radial,
Chury estimuló mi participación. Pasé a cooperar en un programa de
comunicaciones jocosas. Nos ingeniábamos para poner entre col y col y con
cuidado alguna expresión de aliento libertario. Fue cuando en unos cruces
amistosos, estallaron contrapuntos a los que como duelista se integró Washington
Benavídes, con enorme manejo de estilo. Fraternamente lo bautizamos como “El
león del norte”, en alusión a sus tesituras bravías de sus retruques
chispeantes.
Chury Iribarne, hace un par de años me
dijo: “¿Te acordás cuando aquel mediodía azuzamos al “León del Norte” y se vino
para la radio? ¡Cómo se apasionó!”
Nadie estaba de fiesta. El asunto era
poder hacer algo estimulante. No nos veíamos siquiera las caras. Mi hijo
Ernesto Camilo, escolar, llevaba las misivas al campo sitiado de “la 30” . Cada cual, a su modo,
hacía lo que tenía que hacer.
Benavídes, más que el talentoso poeta,
era el ciudadano. No en vano en su solar y en la capital lo han distinguido con
la nota de “ilustre”, que por todo bien merece.
El autor de “Tata Vizcacha” hace unos
días volvió a su querida comarca y a la plaza del terrible agravio. Agradeció
el homenaje público. Recibió un ramo rebosado por el aroma de los jazmines del
país. Al retirarse, en silencio, encaminó sus pasos y lo depositó donde las llamas habían consumido
sus letras.
El ciudadano, como siempre, estaba
honrando sus fueros Y los de todos.