sábado, 16 de marzo de 2013

EL LUNFARDO LLEGA A LA CAPILLA SIXTINA


Escribe Walter Ernesto Celina
16.03.2013
Las religiones no forman parte de mi credo. Sin  embargo, han ocupado y continúan siendo parte  de mis reflexiones y análisis. No para la situación a que me referiré, que rozaré apenas incidentalmente. El andarivel ahora escogido es, en cierto modo, inusitado.
A veces resulta difícil escindir los perfiles políticos medulares de ciertas personalidades de algunas de las predisposiciones con que públicamente se muestran. Al punto que estas -muchas veces- encubren las primeras.
Me referiré a quien acaba de acceder a la butaca vaticana: el prelado argentino Jorge Bergoglio, que se identificará en su nuevo rango como Francisco I.
Este hombre ha sostenido que “el aumento de la pobreza tiene sus causas en políticas inspiradas en formas de neoliberalismo que consideran las ganancias y las leyes de mercado como parámetros absolutos en detrimento de la dignidad de las personas y de los pueblos.” Se ha manifestado opuesto a la despenalización del aborto bajo ciertas condiciones, así como al matrimonio homosexual. Se le sospecha de benevolencia hacia la dictadura militar de los Vidella. La secretaria papal lo ha desmentido, atribuyendo los cargos a la “izquierda anticlerical”. El periodista Horacio Verbitsky lo vuelve a acusar desde el diario argentino Página 12. El ex sacerdote y Premio Nobel Pérez Esquivel lo exculpa. Teólogos de la liberación lo miran con indulgencia. Un capítulo bastante cercano tiene que ver con su postura a favor del sector económico del ruralismo, contra propuestas redistributivas kirchneristas.
Escenas muy contradictorias, sobre las que parecen caer las hojas de un  libro olvidado: “La historia política de los papas”, del Dr. Celedonio Nin y Silva (1), sin borrar actos menos antiguos, protagonizados por Pío XII o Juan  Pablo II.
Bajo las fabulosas escenas renacentistas, que miraban como testigos mudos desde las paredes de la Capilla Sixtina, un puñado de representantes de varias nacionalidades -con ausencia total del voto popular-, sufragaron en secreto para ungir Papa a un cura de la latitud platense. Algo bien extraño a la tradición de la Iglesia Católica Apostólica Romana.
Además de lo ya descripto, el ahora Papa Bergoglio aúna el haber deambulado por barrios pobres, ser partícipe de fiestas futboleras y eventos populares en los que el tango campeaba, teniendo la costumbre criolla de tomar mate.  
En medio de estas circunstancias, que encienden el espíritu religioso de la comunidad católica, el periodista argentino César Tamborini Duca (radicado en España y responsable del portal www.pampeandoytangueando.com) puso proa al lunfardo y dedicó al novel pontífice el poema que se leerá.
Me parece interesante rescatar esta forma de construcción en poesía y el manejo de términos originales que van escapándose del uso frecuente.
Del texto no comparto que Gardel tuviera una nacionalidad ajena a la uruguaya y me abstraigo de la cuestión propiamente religiosa.
Así entró nuestro lunfardo en la hermosa Capilla Sixtina:


POEMA PARA FRANCESCO I   
Decíme vos, che, Bergoglio
quién te nominó pa’ Papa
batí por Dios si Jesús
intercedió ante su viejo.
Vos tenés la rea estampa
que Discepolín creó,
la misma que Homero vió,
y el payador de la Pampa.
Parlá en latín con los gringos
y en lunfardo con los reos
que el canto del benteveo
sobre el lomo de los toros
mancuse de todos modos:
tu trajinar con los pingos
como Gardel, que era gringo;
tus veleidades tangueras
con cortes y con quebradas;
y tu Santo que en el fóbal
fue un cura que se apodaba
Lorenzo, y en Boedo estaba
-un barrio fenomenal-.
Balconeando directrices
de San Ignacio apostaste
en defender la moral
que estaba como en corral
y por eso te jugaste
la partida sin matices:
¡a una sola carta envido,
al pobre ayudo y convido!
Baten que Dios convino
en proclamarse argentino,
por eso creó a Gardel
y a Evita, con mucho tino,
a Fangio le dio cartel,
a Diego mano bendita
y a Messi en agua bendita
lo bautizó goleador.
A vos Bergoglio te puso
de gaucho para el rebaño,
pa’ impedir que le hagan daño
con pensamientos obtusos
los maulas que con dinero
arremeten contra el pobre
-afanándoles los cobres
que gana con su sudor-
como negando valor
al pan que dará a sus hijos
el mismo que Dios bendijo
y el malandra con sus vicios
de furcador insolente
-guante blanco e indolente
le arrebata con codicia-
pa’ conseguir con astucia
guillando en maniobra sucia
su cabalete a la gurda.
Tené cuidado ¡dequera!
del gárrulo, mancusador
que en la primera ocasión
sin “arzobispo” ni “cabra”
caloteará sin rubor
al belinún farabute.
Y ayudá a los poligriyos
que forman el sabalaje
da lo mismo que sea grela
o el cusifai sea garabo
que cuando aprieta la hambruna
no elige rubio ni bruna,
haiga sol, esté la luna
labre surcos con su arado
haga fiaca o esté en vela
da igual, el que se desvela
pensando en su triste sino,
que el que solo piensa en vino
y al palenque ata su pingo
del boliche los domingos.
Yo no te quiero esgunfiar
pues que te estriles no quiero,
vivimos momentos fieros
y vos sabrás comprender
que solo pido porfiar
para un camino emprender
con amor y con justicia;
que se acaben los corruptos
ladrones que en modo abrupto
promueven vida ficticia
actuando con estulticia.

Algunos términos lunfardos:
MANCUSAR:  Hablar    /    BALCONEAR: ver, observar    /    BATIR: decir, delatar    /    MAULA: cobarde    /
AFANAR: robar    /    MALANDRA: delincuente    /    FURCADOR: ladrón (utiliza la maniobra de ‘furca’, del it. horca)   /
GUILLAR: robar dinero con engaños   /   CABALETE A LA GURDA: bolsillo lleno  /  DEQUERA: advertencia ¡cuidado!   /
GÁRRULO: charlatán    /    ARZOBISPO: cortafrío    /    CABRA: palanquita    /    CALOTEAR: robar, estafar    /
BELINÚN: papanatas, tonto    /    FARABUTE: informal, insignificante// alcahuete,     /    POLIGRIYO: hombre pobre   /
SABALAJE: conjunto de gente de baja condición social (de “sábalo”, pez de carne poco apreciada)  /  GRELA: mujer  /
CUSIFAI: persona innominada (de la conjunción de “coso” y el it. “fai”)    /    GARABO: hombre  /  FIACA: desgano     /
ESGUNFIAR: fastidiar    /    ESTRILARSE: enojarse

Nota:
(1): Ilustre anotador y comentarista del Código Civil de Uruguay

miércoles, 28 de noviembre de 2012

LOS ATRIBUTOS DE “EL LEÓN DEL NORTE”


Escribe Walter Ernesto Celina
24.11.2012

Un jurado presidido por el reputado investigador Prof. Dr. Guillermo Dighiero e integrado por gente de la cultura nacional acaba de conferir el Gran Premio a la Labor Intelectual 2012 a dos personalidades notorias: Washington Benavídes en letras y Rodolfo Gambini en ciencia.
El galardón se discierne cada tres años a quien o quienes se hayan destacado a lo largo de su vida por actividades de especial relevancia para el país.
Conviene recordar quién es quién, para después ingresar a un terreno inédito, cual será la faceta distintiva de la nota.

Cambio el orden arriba enunciado para establecer que Rodolfo Gambini es licenciado de la Facultad de  Ciencias de la Universidad de la República y doctor en Física Teórica en la Universidad de París XI  e Instituto Henri Poincaré. Ejerce en Uruguay como profesor titular de la Facultad de Ciencias y dirigió el Programa para el Desarrollo de las Ciencias Básicas (PEDECIBA), entre 2001 y 2008. Forma parte de las Academias de Ciencias Exactas y Naturales de Buenos Aires, de Ciencias de América Latina y de Ciencias del Tercer Mundo. En su especialización, la teoría de los campos cuánticos, unificación de la relatividad general y la mecánica cuántica, se le reputa como autoridad mundial. Es autor de más de 110 publicaciones científicas.
Washington Benavídes, por su parte, fue  profesor de literatura en la  enseñanza media y universitaria y de arte; crítico, ensayista y maestro. Músico y poeta, con un gran caudal de libros editados. El primero de ellos, “Tata Vizcacha”, vio luz en Tacuarembó en 1955. A los pocos días, los ejemplares fueron requisados y quemados en la plaza principal por una horda inquisitorial.¡Había cometido el pecado de satirizar a políticos de la localidad! Lo demás, fue macartismo puro.
Su pluma registró temprana aparición en la mítica revista mercedaria “Asir”, del venerado círculo compuesto por Lockhart, Peduzzi, Klinger y Bordoli.
       No fue casual que en el período militar coadyuvara a la vigorización del “canto popular”, una de las expresiones de afloración de la resistencia democrática
Sus poemas cobraron fuerza viva en voces como las de Zitarrosa, Darnauchans, Viglietti, Moraes, C. Benavídez, Larbanois-Carrero y otros.
Bajo el imperio de las sombras, entre 1973 y 1984, la vieja Radio Nacional, CX 30, que fuera de Don Miguel Svirsky, iluminaba como un faro. José Germán Araújo amparó a periodistas abnegados y valientes. Y, como nadie en aquel Uruguay, jugó un papel principalísimo. Con José Germán estaban Efraín Chury Iribarne, Alfredo Percovich, Milton Schinca y más.

No conocía al Prof. Benavídes, salvo por su fama de buen docente y poeta inspirado. En la aproximación al núcleo radial, Chury estimuló mi participación. Pasé a cooperar en un programa de comunicaciones jocosas. Nos ingeniábamos para poner entre col y col y con cuidado alguna expresión de aliento libertario. Fue cuando en unos cruces amistosos, estallaron contrapuntos a los que como duelista se integró Washington Benavídes, con enorme manejo de estilo. Fraternamente lo bautizamos como “El león del norte”, en alusión a sus tesituras bravías de sus retruques chispeantes. 
Chury Iribarne, hace un par de años me dijo: “¿Te acordás cuando aquel mediodía azuzamos al “León del Norte” y se vino para la radio? ¡Cómo se apasionó!”
Nadie estaba de fiesta. El asunto era poder hacer algo estimulante. No nos veíamos siquiera las caras. Mi hijo Ernesto Camilo, escolar, llevaba las misivas al campo sitiado de “la 30”. Cada cual, a su modo, hacía lo que tenía que hacer.
Benavídes, más que el talentoso poeta, era el ciudadano. No en vano en su solar y en la capital lo han distinguido con la nota de “ilustre”, que por todo bien merece.
El autor de “Tata Vizcacha” hace unos días volvió a su querida comarca y a la plaza del terrible agravio. Agradeció el homenaje público. Recibió un ramo rebosado por el aroma de los jazmines del país. Al retirarse, en silencio, encaminó sus pasos y lo  depositó donde las llamas habían consumido sus letras.
El ciudadano, como siempre, estaba honrando sus fueros Y los de todos.


domingo, 7 de octubre de 2012

VIVALDI Y PIAZZOLLA JUNTOS EN EL TEATRO “SOLÍS”


Escribe Walter Ernesto Celina
walter.celina@adinet.com.uy  - walter.celina.hotmail.com -19.09.2012

Un repertorio inusual, de auténtica jerarquía artística, unió a dos compositores separados por un tiempo de dos siglos y medio.
Las 8 Estaciones  llegaron al Teatro “Solís” transportadas por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, de Buenos Aires.
Las Cuatro Estaciones de Antonio Vivaldi (1678-1741)  y las Cuatro Estaciones Porteñas de Ástor Piazzolla (1921-1992) no se conjuntaron por un golpe de azar.
Tienen un prolegómeno muy interesante. La fusión de las dos obras musicales había excitado la imaginación del experto musicólogo ucraniano Leonid Desyatnikov, director del Teatro Bolshoi, de Moscú. Pero fue Mauricio Wainrot, director del ballet porteño, quien en el año 2000 encontró, en Amberes (Bélgica), un disco compacto con las 8 Estaciones. La grabación correspondía al violinista Gidon Kremer. El hallazgo fascinó al coreógrafo, quien se dio a la labor de diseñar una danza moderna, armonizada con las dos notables partituras.
Sobre aquella interpretación, montó el espectáculo que moviliza unos treinta bailarines de ambos sexos, más maestros en técnicas clásicas y modernas, coreógrafos asistentes, videístas e iluminadores y una plantilla de otros especialistas. El equipo cuenta, como directora asociada, con la prestigiosa figura de Andrea Chinetti.
Eludo enunciar el impresionante currículum profesional de Wainrot. Destaco la movilización constante de una hora y diez minutos en que el elenco, de modo casi perfecto, realiza bellísimos movimientos. Ora trasuntando la intensidad de los tiempos en que Vivaldi como Piazzolla aplican sus soberbias energías, ora desatando inolvidables tersuras melódicas.
La Primavera vivaldiana -con su allegro inicial- abre el juego, siguiéndoles, por este orden: los Veranos, el de Piazzolla y el de Vivaldi; los Otoños, primero el porteño y luego el itálico; después los Inviernos -en igual forma- y, finalizando la Primavera, con toda la compañía, en un momento fulgurante.
La temática signada por este Opus 8, desde el nuevo milenio había imantado a la Orquesta de Cámara de la Scala de Milán, la que llevó estos sonidos a varios países europeos.
Ahora el ensamble del Teatro San Martín rompió aquel molde, con este trabajo pionero.
Incluidos en 1725 dentro de la antología El desafío de la Armonía y de la Invención, los cuatro conciertos de Vivaldi son considerados pilares de la música clásica. El compositor describe en estas piezas fases de la naturaleza que aluden a los despertares y se tensan en las hostilidades. Las Cuatro Estaciones Porteñas de Piazzolla se escribieron entre 1964 y 1970. Reúnen elementos propios del tango, ritmos de jazz y acentos clásicos. Si la música es un bien universal, digamos también que esta contribución bonaerense, universaliza la emoción y magia de lo rioplatense.-


jueves, 15 de diciembre de 2011

EL TANGO SE MIRA A SÍ MISMO

Escribe Walter Ernesto Celina
walter.celina@adinet.com.uy – 10.12.2011

El tango, expresión de la sensibilidad rioplatense, se expandió por las riberas del mundo occidental por mérito propio y, ya crecido y consolidado, ha sido llevado a la categoría de patrimonio inmaterial de la humanidad por la UNESCO, la rama de Naciones Unidas especializada en asuntos de la cultura, la ciencia y la educación.
Es un tríptico que concertando melodía, canto y danza, desborda sus componentes para asociarse con la poesía. En tres minutos, o poco más, forja una elaboración artística, inconfundible y nada común con las músicas de los pueblos.
¿Se muere el tango?
Interpreto, a despecho de la prestigiosa opinión de Rodolfo Mederos, gran músico argentino, que como producto vivo, enraizado en la savia del colectivo rioplatense, tiene la propiedad de la permanencia en el cambio. Cual si se tratara de un majestuoso árbol que amplía sus brazos, florando para nuevos frutos.
Es que si la sociedad cambia, todo lo que de ella dimana, sufre transformaciones.

Las músicas más sofisticadas -conocidas como clásicas- no provienen de actos mágicos. Los golpes significativos de personalidad siempre exhiben determinados soportes inherentes a las comunidades en que se originan.
Para citar apenas un nombre pionero, el de Ástor Piazzolla -en una galaxia de artistas tantas veces olvidados-, diría que, con él, el tango cobra valor y enjundia clásica. Sobre las estructuras más transitadas surge otra, con variantes, que enaltece a la anterior y no la desmiente.
En un reportaje concedido a Laura Falcoff, en la Buenos Aires de siempre, Mederos que es un discípulo creativo de Piazzolla, confesaba una decepción compartible: “no creo que puedan volver los músicos, ni los poetas de otras épocas.” Tan entendible que, como él sostiene, todo “ha cambiado de manera sustancial”.
Sin embargo, existe un mundo irreductible, formado por las orquestas, cantantes y poetas que integraron los capítulos vigorosos de esta música, que siguen proporcionando deleites y ofreciendo sus historias para amplísimas reflexiones que, por comodidad, llamaría históricas o sociológicas.

Juan Campodónico es un joven músico uruguayo, fundador de lo que inicialmente se denominó Bajofondo Tango Club, hoy trasmutado en sonido Bajofondo.
A los compases tangueros sumó voces, como las culminantes en la transmisión de un evento futbolístico.
¿Eso era tango? ¿Y por qué no? Para algunos un tango peculiar, con mucho de objeto en un banco de pruebas.
Entrevistado por Alejandra Volpi, manifiesta este cultor -vinculado a agrupaciones de géneros populares distintos-, que “a veces la música es más poderosa que el mismo marco social”, añadiendo que “la belleza está en todos lados. “Con Bajofondo -reconoció- retomamos los gestos del tango que eran cosas propias de generaciones anteriores”. Rememoró que “el tango nació en los burdeles; originalmente tenía una forma rústica y eso fue cambiando. Por suerte, hubo gente poco prejuiciosa, de lo contrario, hubiera quedado ahí.”

Hace algunas semanas el mítico Mariano Mores estuvo en Montevideo, acompañado de su sexteto, vocalistas y de su entrañable familia.
Le revelaba al colega Carlos Reyes que fue en Montevideo donde sacó patente de compositor y que, su recordado Cuartito Azul lo consagró, como su primer éxito, en esta ciudad.
Luego vendrían Gricel, Uno, Cafetín de Buenos Aires y, como para compartir un sitial de privilegio con La Puñalada (de Pintín Castellanos), la magistral milonga Taquito Militar.
Marianito, con 93 dinámicos años, está en un punto indisputable del tango-canción. ¿Y cómo lo vive? Sin escepticismo alguno. “Lo primordial -aprecia- es la música en su conjunto”. Ella necesita “un color, una suerte de gusto y de romanticismo, que no deja de pasar por la vida de uno”. Quizás, de este modo, sea porqué sus elaboraciones en el pentagrama hacen simbiosis con letrísticas que tocan el alma. Tienen la propiedad de ir de generación en generación. Son trozos de roca dura de un tango más que cincuentenario. Flor que no desvanece su aroma.

El tango vive. No tiene partida de defunción.
Es algo así como una belleza cervantina, incapaz de negar los mundos mágicos de los García Márquez.
Sigue siendo “Lo que vendrá”, sentenciaría el maestro Ástor Piazzolla.

(Citas: “El País”, Uruguay, 17.06, 16.07 y 06.11 de 2011)

lunes, 14 de noviembre de 2011

TANGOS EN LA TERAPIA NEFROLÓGICA

Escribe Walter Ernesto Celina
walter.celina@adinet.com.uy – 08.11.2011


Puede que para muchas personas resulte extraño asociar la medicina nefrológica con el tango, la música que echara a andar antes del pasado siglo y cautivara al Río de la Plata, al resto de la América Latina y abriera un gran espacio en países europeos, llegando a los estudios fílmicos de Estados Unidos.
Sin embargo, no debiere considerarse sorpresiva la existencia del vínculo, en función de algunos antecedentes, a los que me remitiré de manera sucinta.

Anoto, a modo de precisión preliminar, varios conceptos.
La palabra medicina proviene del latín (mederi), lengua en que significa curar, cuidar, medicar. Se le caracteriza como ciencia y arte que trata de la curación y la prevención de la enfermedad, así como del mantenimiento de la salud. La nefrología es la rama especializada en el estudio del riñón. Terapéutica refiere al tratamiento de las enfermedades.
Desde épocas remotísimas, la música ha acompañado la evolución de la sensibilidad del hombre, integrándose a filosofías, credos, ritos, solemnidades y, en la modernidad más actual, al entretenimiento individual y colectivo, a los espectáculos de masas concentradas y a los escenarios globales, conectados bajo las tecnologías de la comunicación instantánea.
La musicología, como disciplina académica, expande su campo de investigación, más allá de los procedimientos técnicos y propósitos estéticos, para apreciar los efectos en el psiquismo de los sujetos, circunstancia esta que en occidente tuvo muestras relevantes en las políticas religiosas.
Mucho más atrás, hace 2.500 años, la cultura en China estuvo centrada en las enseñanzas del filósofo Confucio. La composición acústica era concebida como un medio para “calmar las pasiones y asegurar la armonía pública”, pero no orientada a la distracción o el recreo. Era un segmento de los rituales monárquicos.
En otras regiones, la interpretación melódica no debía servir al ocio sino a la purificación del pensamiento de cada uno. Algo relativo al bienestar interior del sujeto.
En Grecia, el sabio Pitágoras (530 a.C.) y su escuela buscaron conciliar la vieja visión mítica del mundo con el interés por una explicación científica. El sistema de filosofía resultante -el pitagorismo- aunó creencias éticas, sobrenaturales y matemáticas. Los pitagóricos sostenían que el alma está prisionera del cuerpo y se reencarna a la muerte, con sujeción al grado de virtud alcanzado.
A ellos correspondió descubrir las leyes matemáticas del tono musical. Sostuvieron que el movimiento planetario produce una “música de las esferas”, existiendo una “terapia a través de la música”. Por estos enlaces la humanidad lograría encontrar su compatibilidad con el mundo exterior.
La salud supone la idea de armonía, tanto al interior del individuo, como hacia su externidad.
En nuestras riberas, hace pocas décadas, la pedagoga tucumana Violeta Hemsy de Gainza -considerada una autoridad en educación musical-, ha sido cofundadora de la Asociación Argentina de Musicoterapia. La entidad añade a la ciencia el arte del sonido armónico, dirigiéndose a restablecer un grado de equilibrio para el buen funcionamiento del organismo.
Y, a todo esto, el tango es convocado, también, al mundo de la músicaterapéutica.
La inteligencia en medicina, tiene una modalidad superior y es la sabiduría con que un profesional actualizado puede combinar los métodos de ciencia con otros -como los rítmicos-, para producir mejoría y recuperación.
El Dr. Gerardo Pérez es médico nefrólogo y bandoneonista. Admitiendo la rigurosa disciplina que implica la diálisis para un enfermo, concibió la posibilidad de acompañar sus sesiones médicas ejecutando tangos. Comprobó que este aditamento eleva el estado de ánimo de los pacientes. Unos reconocen los temas, otros los tararean y no faltan quienes cantan las letras. Recuerdan momentos vividos en bailes y fiestas y lo hacen con alegría, sin perturbación emotiva.
La musicoterapia tanguera ha dejado de ser una experiencia en una determinada clínica.
Ahora el médico uruguayo ensambla su orquesta con otros colegas, a la que han denominado “Buena Praxis”. Abrigan el propósito no sencillo de llegar a los hospitales.
El galeno tanguero está en obra con otros profesionales y, con sus pacientes, promueven ámbitos de restablecimiento disfrutables.
Ahora en los consultorios desfilan las partituras, siempre queridas, de Canaro, Troilo, Piazzolla y otros célebres, saludados con la sonrisa amiga del hombre del gacho gris: ¡Don Carlos Gardel!

lunes, 29 de agosto de 2011

ÁSTOR PIAZZOLLA O LA REVOLUCIÓN EN EL TANGO

Escribe Walter Ernesto Celina


Nacido Ástor Piazzolla en la ciudad atlántica de Mar del Plata (provincia de Buenos Aires), transitaría hoy los 90 años.
Su genio musical vive con intensidad, mostrándolo como un gran maestro, artífice de una nueva esencia tanguera. Fue en 1992 que simuló enfundar su bandoneón, para convertirse en sustancia íntima de la mega ciudad.
Hijo de inmigrante, él también lo fue. Residió en Estados Unidos hasta los 14 años (1922-1936). Allá, un amado Nonino puso sobre sus flacas piernas el instrumento de pliegues.
Por designio paterno debía amigarse con Mozart. Tan alto mandato lo cumplió a su modo. Mancomunó alma y pentagrama y dominó la técnica del acordeón germano-platense.
Atrapó la vivacidad y tristeza que impregnaba las melodías negras neoyorkinas. Frecuentó en el país lejano a Carlos Gardel. Lo miró y escuchó. Al descubrirlo, captó las multifacéticas aristas del tango. En 1934 le bastó ser pibe para integrar el elenco de “El día que me quieras”. En 1939, con 18 años -de los de antes-, es llamado a la fila de fuelles de Aníbal Troilo.
Su genio contó con la mano de Pichuco, fuelle sensible y transmisor de las células madre de las mejores guardias del género.
En Ástor nada de lo humano le fue ajeno. En la música, nada le resultó extraño.
Creció para transformarse en un depositario fiel del legado de Eduardo Arolas. Enalteció los sonidos más bonitos de la prosapia arrabalera. Su instrumento le confirió corte clásico a la vibración perfumada de las orillas.
Por consecuencia, al evolucionar, impactó. Y revolucionó. Como pocos, pudo haber dicho ¡Fui, vine, vencí!
En 1944 se aleja de la orquesta de Aníbal Troilo y construye una agrupación propia.
En forma subterránea numerosos líricos estaban amasando un tango de refinamiento intrépido. Él era uno más en el final centelleante del alumbramiento. En ese núcleo sobresalían talentos. Osvaldo Pugliese, con su hoja de ruta impar; Horacio Salgán, sabio superviviente; Enrique Mario Francini, Emilio Balcarce, José Bragato, Osvaldo Tarantino… Cantantes y poetas (mujeres brillantes), compositores e instrumentistas. Una horneada impar.
Piazzolla, músico con todas las letras, en 1953 concursa y parte hacia Francia.
Al retorno, convulsiona con el “Octeto Buenos Aires”. Entusiasmo y perplejidad. Debate e intolerancia.
Sobre el escenario mayor Ástor Piazzolla con su bandoneón. Está rodeado por los cruzados de la primera selección: Enrique Mario Francini y Hugo Baralis, violines; Atilio Stampone, piano; los bandoneones de Roberto Pansera y Leopoldo Federico (reemplazante); Horacio Malvicino, guitarra eléctrica; José Bragatto, violoncello; Aldo Nicolini y Juan Vasallo (reemplazante), bajos.
Es de recordar el pleito cuando los vanguardistas pisan Montevideo. El Club de la Guardia Nueva era filopiazzoliano, con pocas excepciones.
La claridad no llegaba a la masa tanguera. Existía una confusión pesimista. Algo así como si un ateo flotara casi perdido en la tormenta (evoco una pieza con letra resistente), con un chaleco de agnóstico… Sonaba a herejía abdicar del pasado. Más, era difícil rehuir al desafío. Por ahí me ubicaba yo.
La tendencia predisponía a muchos a apreciar como antitético, lo que no lo era.
Podía percibirse que algo de lo más reciente chirriaba con lo viejo, rutinario y escasamente bello; sin embargo, no era admisible despojarse de los aromas vitales del gardelismo, ni de los compases viriles, enérgicos o románticos que iban y venían, entrelazados por los Canaro, Biaggi, Laurentz, Lomutto, De Caro, Firpo, De Ángelis, Fresedo, Di Sarli, lo que concluía en la obra integral de Troilo y con el embrujo de Don Osvaldo marcando la gloriosa “Yumba”.
En la margen oriental, Pichuco ofició, en rigor, como el primer introductor de Piazzolla: “Triunfal”, “Lo que vendrá”, “Prepárense”… ¡Eran himnos precursores!
El argentino Dr. Luis A. Sierra -analista musicológico y visitante asiduo del club modernista liderado por Horacio Arturo Ferrer-, sostenía que había sido una “engorrosa aventura de adivinación” saber cuál era la orientación del trabajo del hijo de Nonino. Se apoyó en una concluyente afirmación de Piazzolla: “…Si bien no es tango, traduce el espíritu de la ciudad porteña de nuestro tiempo”.
Surgía una transfiguración de antiguos sentimientos, ahora sobrevolando y picoteando la urbe reductora del hombre.
La discusión tuvo mucho de precipitada, pasional y bizantina. Obvio, ya está sepultada: la sensibilidad agudiza los oídos y estos precisan del conocimiento musical.
Ástor Piazzolla, amistoso con los uruguayos, disfrutaba de los silencios costeros y del mar calmo; bravucón en la punta esteña.
En Maldonado se confesó y opinó. Creatividad: “Estoy comenzando una nueva etapa”. Exploración del instrumento: “Después de tanto tiempo he descubierto en el bandoneón nuevas posibilidades”. Jóvenes: “No saben cuando escuchan conjuntos como los Beatles, los Rolling Stones o Pink Floyd, que todos ellos han estudiado música”.
El hombre del Octeto devino a la forma Quinteto, la de su preferencia. Su carrera conoció cruces con personajes como Hermeto Pascoal, Gary Burton, Gerry Mulligan. Su consola era visitada por Brahms, Mozart, Schumann, Bartok, Ravel, Nono, Stockhausen y, preferentemente, por Stravinsky.
Con Ástor Piazzolla la música que bailaron mujeres vestidas de percal se trasmuta. Su armonía tangófila renueva emociones e predispone al éxtasis. Se hace acerada, a veces. Es, siempre, penetrante y hermosa. Como mujer envuelta en los giros del percal.-




martes, 3 de agosto de 2010

MÚSICA DEL CLUB DE LA GUARDIA NUEVA

Escribe Walter Ernesto Celina
waltercelina1@hotmail.com
– 02.08.2010

Boris Puga, un tanguero sistemático y explorador consecuente de la obra gardeliana, es un testigo fidedigno de una hermosa historia: la del Club de la Guardia Nueva.
Para la presentación de un CD del sello Ayuí, con la colaboración de la Intendencia Municipal de Montevideo, en que son recordadas cuatro formaciones musicales, el estudioso sintetizó la trayectoria de la recordada entidad.
De modo preliminar, cabe decir que las ejecuciones instrumentales corresponden a las agrupaciones de César Zagnoli (trío), Manolo Guardia (quinteto), Luis Pasquet (cuarteto) y Toto D’Amario (cuarteto).
En homenaje a la silenciosa y relevante labor de Boris Puga, tomo pasajes y conceptos de su informe. Forman parte de un capítulo que hace a los brillos musicales de un Uruguay que hizo del tango un himno cautivador.

“Un 8 de mayo de 1954
-recuerda- se funda en Montevideo el Club de la Guardia Nueva, mítica agrupación que se autodefinió como “institución meramente cultural dedicada al estudio y difusión del buen tango”. Fue concebida por Horacio Ferrer, Jorge Seijo y Rodolfo Rodríguez Lourido, junto a una pléyade de entusiastas jóvenes y periodistas especializados. Y agrega: Durante veinte años desarrolló una fecunda labor de exposición y valoración del tango auténtico de todas las épocas. Primeramente, sesionó en el 4º piso del diario “El País”, luego en la fonoplatea de CX 44 Radio Solís y, finalmente, en su legendaria sede de Soriano 1584 (una puerta pintada en naranja y otra en negro).”
Cuenta Puga que, entre diversas actividades, el Club dispuso de un sello discográfico propio, en el que registraron sus versiones agrupamientos locales.
Distinguidos compositores dedicaron obras a la institución de puertas negri-anaranjadas. “A la Guardia Nueva”, Aníbal Troilo; “Marrón y azul”, Ástor Piazzolla; “Yunquitango”, Héctor Stamponi; “Muchachada de ley”, Julio De Caro; “Profundo”, Juan M. Rodríguez; “A sugerencia del Club”, Luis Di Matteo; “Tangueando”, Oldimar Cáceres; “Muy de los muchachos”, Mario Colucci.

Una impresionante nómina de personalidades tangueras fueron recibidas con brazos abiertos en la entidad. Sin agotar la lista, Boris Puga cita a: Julio De Caro, Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese, Horacio Salgán, Ástor Piazzolla, Osvaldo y Emilio Fresedo, José Márquez, Lucio Demare, Carlos García, Máximo Mori, Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche, Alberto Marino, Raúl Berón, Elvino Vardaro, Héctor Stamponi, Leopoldo Federico, Ernesto Baffa, Enrique Mario Francini, José Bragato, Juan Vasallo, Atilio Stampone, Florindo Sassone, Emilio Brameri, Alfredo de Franco, Ismael Spiltalnik, Horacio Malvicino, Juan M. (Toto) Rodríguez, Armando Blasco, Alberto Suárez Villanueva, José Ranieri, Virginia Luque, Ángel Díaz, Roberto Pérez Prechi, Juan Carlos Lamadrid, Julio Huasi, Eduardo Adrián, Héctor Alvarado, Rodolfo Schiamarella.
Del medio nacional, añade a Zagnoli, Cáceres, Puglia, Pedroza, D’Amario, Cuenca, Di Matteo, Guardia, Pasquet, Carlevaro, Colucci, Martínez, de Lapuente, Lamarque Pons, Peppe, Casco, Silveira, Oberlín, Ríos, Fleitas, Nelson, de León, Maira, Mastra, Silva, Avlis, Luces, Yanelli.

Muchos de los arriba mencionados, rememora Puga, participaron en recitales auspiciados por el Club en diversas salas públicas de Montevideo.
El CD de Ayuí-IMM, de manera impecable, registra versiones antológicas de excelentes músicos uruguayos.

Trío de César Zagnoli, con el maestro al piano y arreglos propios, se integra con Raúl Jaurena (bandoneón) y Eduardo Trinchitella (contrabajo). Realiza: Crónica de tango, Verano porteño, La mariposa, Nochero soy y Orlando Goñi.
Quinteto de la Guardia Nueva, de Manuel (Manolo) Guardia, (piano y arreglos), Ariel Martínez (bandoneón), Sergio Furas (violín), Edunio Gelpi (guitarra eléctrica) y Roberto Capobianco (contrabajo). Temas: El monito, Sur, Prepárense, Tango del este, Sortilegio y Debussy.
Cuarteto de Luis Pasquet, con Pasquet (piano y arreglos), Juan Carlos Figares (violín), Víctor Addiego (chelo) y Néstor Casco (contrabajo). Piezas: Qué noche, Niebla del Riachuelo, La cachila, Loca bohemia, Rojo vivo, Rojo rosa y Rojo fuego.
Cuarteto de Toto -Edelmiro- D’Amario, (bandoneón y arreglos), Darwin Viscoso (piano), Sergio Furas (violín) y Solano Fernández (contrabajo). Interpretaciones: Tierra querida, Señor tango, Gallo ciego, Melancólico y Boedo.
Un aporte de calidad, por donde se lo examine.


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