martes, 1 de junio de 2010

PULSACIONES TANGUERAS

¡EN PARÍS, HACE UN SIGLO!
Nota 1

Escribe Walter Ernesto Celina
waltercelina1@hotmail.com – 22.05.2010

En una cita con que el Maestro José Gobello ilustra el tango ¡Araca, París!, de los uruguayos Carlos César Lenzi y Ramón Loro Collazo, se destaca el furor que, hacia 1912, despertaba nuestra música en la Ciudad Luz.
La columna Tangoville, aparecida en L’Ilustration (París 16.08.1913), indica: Se ha instalado como dueña de todos los salones de la buena danza. Agrega luego: Ha conquistado nuestra lengua, que le abrió de inmediato los tesoros de su gramática. “Voulez-vous tanger? (¿Bailas?; ¿Quieres bailar?; ¿Tangueamos?; ¿Quieres bailar tango?, traducción W.E.C.)”, se interrogaba del modo más natural en los bailes… (Todo Tango. Pág. 44. Ed. 2009. Bs.As.).

El querido Pintín Castellanos -con quien tuve el honor de compartir diálogos en amables tertulias-, autor de la milonga La puñalada, inmortalizada por el director orquestal Juan D`Arienzo, recordaba aquel momento histórico del tango.
En su libro evocativo Entre cortes y quebradas, en el comentario La locura del tango en París, asegura que los lugares, modas, expresiones y, hasta la manera de caminar de muchas parisienses, mostraban claramente la influencia del tango.
En 1914 un periodista argentino, que desde la capital francesa regresa a su tierra, da cuenta de las repercusiones del tango. Este es un fragmento del relato aportado por Pintín:
Habíamos estado en la Avenida de las Acacias, cuyas aceras estaban concurridas, cuando mi compañero me llamó la atención, hacia una mujer joven, hermosa, con un traje que le envolvía las piernas como exiguo chiripá. Después de observarla un instante, mi amigo y yo miramos asombrados: ¡No había duda! Aquella apuesta muchacha imitaba el paso, medio en puntas de pie, con el encogimiento de hombros y en su enpaque y su andar, los modos característicos de nuestra plebe orillera.

Surgirían en este instante cenital los vestidos tangó, los bares tangó, los restaurantes tangó. ¡La locura!, exclama el pianista montevideano. (Pág. 64 y sgtes. Ed. 1948. MVD)

Como el más dulce puñal, el tango embriagaba la sensibilidad francesa y diseminaba en Europa el embrujo de la música, la danza y el canto rioplatense.
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