martes, 3 de agosto de 2010

MÚSICA DEL CLUB DE LA GUARDIA NUEVA

Escribe Walter Ernesto Celina
waltercelina1@hotmail.com
– 02.08.2010

Boris Puga, un tanguero sistemático y explorador consecuente de la obra gardeliana, es un testigo fidedigno de una hermosa historia: la del Club de la Guardia Nueva.
Para la presentación de un CD del sello Ayuí, con la colaboración de la Intendencia Municipal de Montevideo, en que son recordadas cuatro formaciones musicales, el estudioso sintetizó la trayectoria de la recordada entidad.
De modo preliminar, cabe decir que las ejecuciones instrumentales corresponden a las agrupaciones de César Zagnoli (trío), Manolo Guardia (quinteto), Luis Pasquet (cuarteto) y Toto D’Amario (cuarteto).
En homenaje a la silenciosa y relevante labor de Boris Puga, tomo pasajes y conceptos de su informe. Forman parte de un capítulo que hace a los brillos musicales de un Uruguay que hizo del tango un himno cautivador.

“Un 8 de mayo de 1954
-recuerda- se funda en Montevideo el Club de la Guardia Nueva, mítica agrupación que se autodefinió como “institución meramente cultural dedicada al estudio y difusión del buen tango”. Fue concebida por Horacio Ferrer, Jorge Seijo y Rodolfo Rodríguez Lourido, junto a una pléyade de entusiastas jóvenes y periodistas especializados. Y agrega: Durante veinte años desarrolló una fecunda labor de exposición y valoración del tango auténtico de todas las épocas. Primeramente, sesionó en el 4º piso del diario “El País”, luego en la fonoplatea de CX 44 Radio Solís y, finalmente, en su legendaria sede de Soriano 1584 (una puerta pintada en naranja y otra en negro).”
Cuenta Puga que, entre diversas actividades, el Club dispuso de un sello discográfico propio, en el que registraron sus versiones agrupamientos locales.
Distinguidos compositores dedicaron obras a la institución de puertas negri-anaranjadas. “A la Guardia Nueva”, Aníbal Troilo; “Marrón y azul”, Ástor Piazzolla; “Yunquitango”, Héctor Stamponi; “Muchachada de ley”, Julio De Caro; “Profundo”, Juan M. Rodríguez; “A sugerencia del Club”, Luis Di Matteo; “Tangueando”, Oldimar Cáceres; “Muy de los muchachos”, Mario Colucci.

Una impresionante nómina de personalidades tangueras fueron recibidas con brazos abiertos en la entidad. Sin agotar la lista, Boris Puga cita a: Julio De Caro, Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese, Horacio Salgán, Ástor Piazzolla, Osvaldo y Emilio Fresedo, José Márquez, Lucio Demare, Carlos García, Máximo Mori, Edmundo Rivero, Roberto Goyeneche, Alberto Marino, Raúl Berón, Elvino Vardaro, Héctor Stamponi, Leopoldo Federico, Ernesto Baffa, Enrique Mario Francini, José Bragato, Juan Vasallo, Atilio Stampone, Florindo Sassone, Emilio Brameri, Alfredo de Franco, Ismael Spiltalnik, Horacio Malvicino, Juan M. (Toto) Rodríguez, Armando Blasco, Alberto Suárez Villanueva, José Ranieri, Virginia Luque, Ángel Díaz, Roberto Pérez Prechi, Juan Carlos Lamadrid, Julio Huasi, Eduardo Adrián, Héctor Alvarado, Rodolfo Schiamarella.
Del medio nacional, añade a Zagnoli, Cáceres, Puglia, Pedroza, D’Amario, Cuenca, Di Matteo, Guardia, Pasquet, Carlevaro, Colucci, Martínez, de Lapuente, Lamarque Pons, Peppe, Casco, Silveira, Oberlín, Ríos, Fleitas, Nelson, de León, Maira, Mastra, Silva, Avlis, Luces, Yanelli.

Muchos de los arriba mencionados, rememora Puga, participaron en recitales auspiciados por el Club en diversas salas públicas de Montevideo.
El CD de Ayuí-IMM, de manera impecable, registra versiones antológicas de excelentes músicos uruguayos.

Trío de César Zagnoli, con el maestro al piano y arreglos propios, se integra con Raúl Jaurena (bandoneón) y Eduardo Trinchitella (contrabajo). Realiza: Crónica de tango, Verano porteño, La mariposa, Nochero soy y Orlando Goñi.
Quinteto de la Guardia Nueva, de Manuel (Manolo) Guardia, (piano y arreglos), Ariel Martínez (bandoneón), Sergio Furas (violín), Edunio Gelpi (guitarra eléctrica) y Roberto Capobianco (contrabajo). Temas: El monito, Sur, Prepárense, Tango del este, Sortilegio y Debussy.
Cuarteto de Luis Pasquet, con Pasquet (piano y arreglos), Juan Carlos Figares (violín), Víctor Addiego (chelo) y Néstor Casco (contrabajo). Piezas: Qué noche, Niebla del Riachuelo, La cachila, Loca bohemia, Rojo vivo, Rojo rosa y Rojo fuego.
Cuarteto de Toto -Edelmiro- D’Amario, (bandoneón y arreglos), Darwin Viscoso (piano), Sergio Furas (violín) y Solano Fernández (contrabajo). Interpretaciones: Tierra querida, Señor tango, Gallo ciego, Melancólico y Boedo.
Un aporte de calidad, por donde se lo examine.


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IMPACTO DEL HABLA NEGRA SOBRE EL ESPAÑOL

Escribe Walter Ernesto Celina

Un concurso promovido por la Academia Nacional de Letras sobre Contacto del español con lenguas africanas en el Río de la Plata ha dado mérito a la publicación del premio obtenido por la investigadora Magdalena Coll.
Montevideana, nacida en 1968, es licenciada en lingüística de la Universidad Pública (UDELAR). Cuenta, asimismo, con un doctorado en lengua hispánica de la Universidad del Sur de California, Berkeley.
Uno de los efectos de la dominación española fue la imposición sobre la matriz preexistente de sus formas oral y escrita de comunicación. El choque producido por el conquistador afectó severamente e inhibió la cultura indígena.
Desde una posición prevalerte no pudo, sin embargo, evitar el impacto que sobre el castellano ejercieran el idioma lusitano y las distintas modalidades del habla negra, importadas bajo el régimen de la esclavitud.
Los efectos de las interacciones resultantes llevaron a la Academia Nacional de Letras a promover indagaciones en un capítulo casi desconocido, referido a las incrustaciones del habla de las naciones negras sobre el español rioplatense.

Al abordar su estudio, la autora hace justicia al instituto respectivo de la Facultad de Humanidades y Ciencias (UDELAR), cuyos estudiosos abrieron -hace unos 10 años- un capítulo virgen, sólo abonado por piezas exhumadas por historiadores.
Casi a modo de presentación del objeto propuesto a estudio, en su primera página, Magdalena Coll toma una cita de Daniel Gastón Schávelzon (1958, arquitecto, arqueólogo y antropólogo argentino) quien ha dicho: “Por qué nada ha quedado de esa población negra y de su cultura material, evaporadas como por un sortilegio misterioso e inexplicable? Y lo que casi nadie se pregunta es por qué nuestro lenguaje -hoy, en el siglo XXI- está plagado de términos africanos”, brindando una larga lista al respecto.

Tomo, casi textualmente, algunas de sus referencias: La mujer es una mina (grupo étnico africano); la música popular urbana es el tango (de tangó, que es bailar, en el Congo); los zapatos aún para algunos son los tamangos; nuestro servicio doméstico es la mucama (grupo étnico africano); comemos puré de zapallo (ya Mansilla decía que era comida de esclavos); el estómago de la vaca es el mondongo (grupo étnico africano Kumbundu); comemos sandía (traída del África para los esclavos del siglo XVII y achuras (se les daba a los perros y las aprovechaban los esclavos); a los niños se les canta el arrorró en la cuna; el quilombo es un vocablo que en toda América señala los asentamientos de cimarrones (afros huidos al monte) y, de allí, su asociación con ruido y pérdida de ataduras sociales.
El jurado selector del trabajo destaca que la obra de Coll es un cuidadoso relevo e interpretación de fuentes y bibliografía y un análisis de formas lingüísticas. Anota que el camino iniciado precisa de más esfuerzos de búsqueda, sistematización e interpretación.
Se recuerda en el prólogo por un integrante del tribunal que las hablas de nuestros indígenas dejaron de tener presencia en las primeras décadas del siglo XIX en grupos sociales. Sólo subsistían hablantes aislados “obligados además a no usar su lengua para conseguir mejor comunicación con el poblador criollo”, lo que motivó su dilución rápida, hasta desaparecer.
Al capítulo de Introducción la investigadora agrega uno de ubicación de La esclavitud en la sociedad oriental, con datos demográficos, etnolingüísticos y legales. Le sigue otro muy importante sobre Las lenguas de los africanos y sus descendientes en el Río de la Plata. Le continúan Las fuentes; Antología de textos; Análisis lingüístico de los textos seleccionados, así como anexos de importancia.

El título “El habla de los esclavos africanos y sus descendientes en Montevideo en los siglos XVIII y XIX: representación y realidad” supone un plausible esfuerzo de la Academia Nacional de Letras, acompañada por el sello Banda Oriental.
La tapa reproduce el óleo Las negras, de Alfredo de Simone. La cuidada composición gráfica de Tradinco suma 160 páginas.-
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