EL TUPÍ NAMBÁ
Escribe Walter Ernesto Celina
CÓMO ERA EL VIEJO TUPÍ
La inauguración del mítico café Tupí Nambá tuvo lugar el 8 de mayo de 1889. Se ubicó sobre la calle Buenos Aires, por frente a la plazuela del Teatro Solís.
Su denominación primigenia fue Al Tupí Nambá y supuso un homenaje a los indios del norte de San Vicente (Brasil), quienes trabajaban en los cafetales. Lo regenteaba Francisco San Román, considerado el primer industrial local en la torrefacción del producto.
La juventud y bohemia del 900 tuvo este establecimiento como su refugio privilegiado. Tras sus amplios ventanales se recortaban chambergos de ancha ala, rostros con frondosos bigotes, largas melenas y corbatas con grandes moños.
En 1890, Don Francisco respondía a un cronista de La Razón acerca de porqué en el gran salón se enseñoreaba un busto de Voltaire, el notable filósofo enciclopedista: “Según lo dicen Thiers y Henry Martín, Voltaire fue un gran bebedor de café; era el licor que tomaba y que introdujo en la corte de Federico de Prusia.”
El 27 de junio de 1899, al cumplirse la década de su apertura, tuvo lugar un festejo de campanillas, como se decía. Su propietario fue proclamado Rey de los Cafeteros. Del bautismo participaron, entre otros, estas figuras: José Arechavaleta, Francisco Vázquez Cores, Alcides De María, Constancio C. Vigil, Domingo Laporte, Luis Morandi, Antonio E. Morelli, Rafael J. Fosalba, Jiménez Pastor, Eduardo Ferreira, Samuel Blixen , Juan C. Moratorio.
Tras un breve paréntesis, en que permaneció cerrado, el 12 de abril de 1912, reabrió a todo lujo: “Nada de lo que hemos visto en la capital argentina o brasilera puede igualarse”, señalaba un cronista, para agregar: “Es un café único en esta parte del continente sudamericano. El principal salón ha sido decorado al estilo “Imperio”. El palo guinda domina, dando a la sala un aspecto rosa, interesante en extremo. Grandes cortinas del mismo color hacen juego con el fondo de las mesas dispuestas, cubiertas con legítimo cristal.” La descripción va a otros detalles, referentes a rosetones y adornos, etc., mencionándose en la realización de algunos trabajos la participación de los talleres de la Escuela de Artes y Oficios.
UNA PÁGINA DE MANUEL DE CASTRO
Aníbal Barrios Pintos, trazando las coordenadas de los tiempos por los que atravesara este singular comercio, exhumó una página de 1918, en la que Manuel de Castro, un contertulio habitual de las ruedas del café, recuerda muchos nombres ilustres, asistentes a los intercambios de ideas. Por la parte que daba frente al Teatro Solís, con enorme frecuencia, se veían a: Alberto Zum Felde, Carlos María Princivalle, Carlos Sabat Ercasty, Enrique Casaravilla Lemos, Justino Zavala Muñiz, Juan Parra del Riego, Vicente Basso Maglio, Alberto Demicheli, Ernesto Herrera, Fernando Pereda, Magariños Borja, Ildefonso Pereda Valdez, Enrique Dieste, Mario Radaelli, José Mora Guarnido, Andrés Percivalle Genta, José María Podestá, Humberto Zarrilli, Alfredo Cáceres.
El poeta peruano Parra del Riego se acompañaba, en muchas oportunidades, con su novia, Blanca Luz Brum. Lorenzo Batlle, Mario Dufort y Álvarez y los plásticos Domingo Bazurro, Guillermo Laborde, José Cúneo, Bernabé Michelena, Arzadum, Antonio Pena, Domingo Barbieri, Vicente Puig, Humberto Causa, Federico Lanau cruzaban sus comentarios en aquella babel de opiniones. Ello hizo decir a Manuel de Castro que “nunca se había visto tanta compenetración entre escritores y plásticos.”
CARLOS GARDEL Y CELEBRIDADES OCUPARON SUS MESAS
El memorialista Luis Alberto Varela aportaba información sobre la presencia de Carlos Gardel y su alegre barra de amigos, reunidos por frente al teatro y de la noche en que El Mago cantó Mi noche triste y El sol del 25.
Barrios Pintos ha escrito que el Viejo Tupí fue “paradero de hombres de letras, pintores, artistas, educadores y toda figura importante que visitaba Montevideo”. Cita a García Lorca, Clemenceau, Anatole France, Zamacois, Benavente, García Sanchíz, Gómez de la Serna. Otros recuerdan a la exquisita poetisa argentina Alfonsina Storni
Actores de la talla de Louis Jouvet y Jean Louis Barrault integraron sus voces al murmullo de las magnas noches que se sucedieron, casi sin interrupción, bajo las luces profusas de aquellos recintos, en que la cordialidad y la amistad tejía su entramado con los talentos.
Tras la creación de la Comedia Nacional, por el escritor Justino Zavala Muñiz, adalides del teatro uruguayo llegaban a beber su café, a examinar proyectos de puestas en escena, a evaluar actuaciones y a compartir impresiones de lecturas y debatir iniciativas. Margarita Xirgú, Orestes Caviglia, Alberto Candeau, Enrique Guarnero, Maruja Santullo, Estela Medina, Estela Castro, Concepción “China”Zorrilla, Eduardo Schinca y otros más, fueron parte de esta institución sui géneris.
Hacia 1959 el legendario baluarte del cosmopolitismo uruguayo cerró sus puertas. Una torre de cemento y cristal creció sobre su suelo. Pero no pudo evitar que su recuerdo se elevara, haciéndolo preciado símbolo de la cultura y la sociabilidad uruguaya.