sábado, 19 de abril de 2008

CAFÉS DE DOS ORILLAS (I) - EL TORTONI

Escribe Walter Ernesto Celina


UN CIUDADANO RIOPLATENSE

Mi distinguido amigo, el Dr. Carlos Perrotta, en medio del ajetreo de sus actividades profesionales en el foro bonaerense, me hace partícipe, en forma sistemática, de sucesos que se enlazan a la humanística y, en particular, a cuestiones atinentes a dos pasiones bien rioplatenses: Carlos Gardel y el tango.
Con motivo de los 150 años del Café Tortoni, símbolo de la Buenos Aires eterna, me ha hecho conocer el amplio programa de festejos que ha puesto en marcha la Comisión de Amigos del Café.
Él y yo hemos tenido el privilegio de vadear buena parte del siglo XX y nos sentimos muy unidos por la fraternidad que nuestros pueblos gestaron. Somos una porción de una sensibilidad común, la que nos identifica, nos honra y nos hace felices.

PEQUEÑO VIAJE A SU HISTORIA

Los destellos que emitieron los Tupí Nambá y los Sorocabanas uruguayos fueron absorbidos por el tiempo, por lo que de ellos subsisten las imágenes de una memoria, por cierto riquísima. El Tortoni porteño, en cambio, alardea contra los años, como dotado de una juvenil virtud.
Es muy argentino y, a la vez, uruguayo y cosmopolita. Tiene algo que se anuda como en una patria. Es dulce. A todos acoge y a todos iguala.
Fue fundado por el francés Jean Touan. Buenos Aires estrenaba su alegría de aldea abierta al trabajo transformador y a la inmigración. La Avenida de Mayo no era el surco edilicio en que se convertiría, aunque poseía el secreto de sus alardes arquitectónicos. El subte aún esperaba para adelantarse a los medios de transporte existentes.
El Tortoni platense debía ser una réplica de su homónimo parisino. Un café selecto, con vocación para atraer a espíritus creadores y a forjadores de ideas. De muchas ruedas abiertas a la sociabilidad y al debate sin término.
Primero se ubicó en la intersección de Esmeralda con Rivadavia. En 1880 se cambió para estar a unos metros de aquella dirección. Ahora sus dueños eran los esposos vascos Curuchet-Artcanthurry.
Al surgir la Av. De Mayo, un arquitecto belga delineó su sofisticado perfil. Finas maderas lustradas cubrían sus paredes y cortinados embellecían sus confortables ambientes.

LAS VOCES QUE VUELVEN

Hoy sus antiguos muros sostienen cuadros con fotografías, artículos de prensa y testimonios de personajes insignes.
Junto a los artistas, escritores, periodistas, profesores y profesionales que animan sus tertulias y a los visitantes, que desean vivir un momento de su encanto, por el Tortoni actual deambulan otras abigarradas voces.
La de Carlos Gardel, homenajeando con su canto entero a Juan de Dios Filiberto, el metalúrgico libertario que tiñó con nostalgiosas notas Quejas de bandoneón.


Surca ese espacio la de Jorge Luis Borges, repitiendo:

Yo habré muerto y seguirás / orillando nuestra vida. / Buenos Aires no te olvida, / tango que fuiste y serás.
Desde los astilleros, del puerto y los talleres, el viento dibuja en el cielo del café las imágenes de Benito Quinquela Martín y, como viniendo del Barrio 11, Raúl González Tuñón deja sobre una mesa unos versos sencillos: La Libertad es / simplemente / la Libertad / Ella se alimenta de / muertos. / Los Héroes cayeron por / Ella. / Sin angustia no hay / Libertad, / sin alegría tampoco.
Baldomero Fernández Moreno asciende desde la Bodega del bar del brazo con Alfonsina Storni y Eladia Blázquez. Ésta y Héctor Negro, habían escrito en Viejo Tortoni: ...Azul recalada, si el fuego es el mismo, / ¿quién dijo que acaso no sirve soñar?

¡Salud, café de la cultura y baluarte del pensamiento independiente, donde se recrean la amistad y las más puras emociones!


waltercelina1@hotmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario