domingo, 27 de abril de 2008

CAFÉS DE DOS ORILLAS (III – FINAL)






EL TUPÍ NAMBÁ


Escribe Walter Ernesto Celina







CÓMO ERA EL VIEJO TUPÍ

La inauguración del mítico café Tupí Nambá tuvo lugar el 8 de mayo de 1889. Se ubicó sobre la calle Buenos Aires, por frente a la plazuela del Teatro Solís.
Su denominación primigenia fue Al Tupí Nambá y supuso un homenaje a los indios del norte de San Vicente (Brasil), quienes trabajaban en los cafetales. Lo regenteaba Francisco San Román, considerado el primer industrial local en la torrefacción del producto.

La juventud y bohemia del 900 tuvo este establecimiento como su refugio privilegiado. Tras sus amplios ventanales se recortaban chambergos de ancha ala, rostros con frondosos bigotes, largas melenas y corbatas con grandes moños.

En 1890, Don Francisco respondía a un cronista de La Razón acerca de porqué en el gran salón se enseñoreaba un busto de Voltaire, el notable filósofo enciclopedista: “Según lo dicen Thiers y Henry Martín, Voltaire fue un gran bebedor de café; era el licor que tomaba y que introdujo en la corte de Federico de Prusia.”
El 27 de junio de 1899, al cumplirse la década de su apertura, tuvo lugar un festejo de campanillas, como se decía. Su propietario fue proclamado Rey de los Cafeteros. Del bautismo participaron, entre otros, estas figuras: José Arechavaleta, Francisco Vázquez Cores, Alcides De María, Constancio C. Vigil, Domingo Laporte, Luis Morandi, Antonio E. Morelli, Rafael J. Fosalba, Jiménez Pastor, Eduardo Ferreira, Samuel Blixen , Juan C. Moratorio.

Tras un breve paréntesis, en que permaneció cerrado, el 12 de abril de 1912, reabrió a todo lujo: “Nada de lo que hemos visto en la capital argentina o brasilera puede igualarse”, señalaba un cronista, para agregar: “Es un café único en esta parte del continente sudamericano. El principal salón ha sido decorado al estilo “Imperio”. El palo guinda domina, dando a la sala un aspecto rosa, interesante en extremo. Grandes cortinas del mismo color hacen juego con el fondo de las mesas dispuestas, cubiertas con legítimo cristal.” La descripción va a otros detalles, referentes a rosetones y adornos, etc., mencionándose en la realización de algunos trabajos la participación de los talleres de la Escuela de Artes y Oficios.


UNA PÁGINA DE MANUEL DE CASTRO


Aníbal Barrios Pintos, trazando las coordenadas de los tiempos por los que atravesara este singular comercio, exhumó una página de 1918, en la que Manuel de Castro, un contertulio habitual de las ruedas del café, recuerda muchos nombres ilustres, asistentes a los intercambios de ideas. Por la parte que daba frente al Teatro Solís, con enorme frecuencia, se veían a: Alberto Zum Felde, Carlos María Princivalle, Carlos Sabat Ercasty, Enrique Casaravilla Lemos, Justino Zavala Muñiz, Juan Parra del Riego, Vicente Basso Maglio, Alberto Demicheli, Ernesto Herrera, Fernando Pereda, Magariños Borja, Ildefonso Pereda Valdez, Enrique Dieste, Mario Radaelli, José Mora Guarnido, Andrés Percivalle Genta, José María Podestá, Humberto Zarrilli, Alfredo Cáceres.
El poeta peruano Parra del Riego se acompañaba, en muchas oportunidades, con su novia, Blanca Luz Brum. Lorenzo Batlle, Mario Dufort y Álvarez y los plásticos Domingo Bazurro, Guillermo Laborde, José Cúneo, Bernabé Michelena, Arzadum, Antonio Pena, Domingo Barbieri, Vicente Puig, Humberto Causa, Federico Lanau cruzaban sus comentarios en aquella babel de opiniones. Ello hizo decir a Manuel de Castro que “nunca se había visto tanta compenetración entre escritores y plásticos.”

CARLOS GARDEL Y CELEBRIDADES OCUPARON SUS MESAS

El memorialista Luis Alberto Varela aportaba información sobre la presencia de Carlos Gardel y su alegre barra de amigos, reunidos por frente al teatro y de la noche en que El Mago cantó Mi noche triste y El sol del 25.

Barrios Pintos ha escrito que el Viejo Tupí fue “paradero de hombres de letras, pintores, artistas, educadores y toda figura importante que visitaba Montevideo”. Cita a García Lorca, Clemenceau, Anatole France, Zamacois, Benavente, García Sanchíz, Gómez de la Serna. Otros recuerdan a la exquisita poetisa argentina Alfonsina Storni
Actores de la talla de Louis Jouvet y Jean Louis Barrault integraron sus voces al murmullo de las magnas noches que se sucedieron, casi sin interrupción, bajo las luces profusas de aquellos recintos, en que la cordialidad y la amistad tejía su entramado con los talentos.
Tras la creación de la Comedia Nacional, por el escritor Justino Zavala Muñiz, adalides del teatro uruguayo llegaban a beber su café, a examinar proyectos de puestas en escena, a evaluar actuaciones y a compartir impresiones de lecturas y debatir iniciativas. Margarita Xirgú, Orestes Caviglia, Alberto Candeau, Enrique Guarnero, Maruja Santullo, Estela Medina, Estela Castro, Concepción “China”Zorrilla, Eduardo Schinca y otros más, fueron parte de esta institución sui géneris.



Hacia 1959 el legendario baluarte del cosmopolitismo uruguayo cerró sus puertas. Una torre de cemento y cristal creció sobre su suelo. Pero no pudo evitar que su recuerdo se elevara, haciéndolo preciado símbolo de la cultura y la sociabilidad uruguaya.


waltercelina1@hotmail.com

jueves, 24 de abril de 2008

CAFÉS DE DOS ORILLAS (II)

LAS PULPERÍAS Y EL POLO BAMBA
Escribe Walter Ernesto Celina
FORMAS DE LA SOCIABILIDAD URUGUAYA


He de manifestar que después de algunas horas de conversación con el eminente investigador e historiador que es Don Aníbal Barrios Pintos, es poco menos que imposible poner en la horma de una nota, los ricos contenidos de un diálogo en que a su calidad y amplitud, se agrega el componente de la amenidad.
Debo pues, reconocer la proverbial deferencia de quien acompaña mis inquietudes periodísticas concediendo su precioso tiempo para ilustrarme en temas históricos y sociológicos.
Como he sostenido, el Café Tortoni, de Buenos Aires, es un espacio emblemático en el Río de Plata. Tiene el privilegio de desafiar el tiempo. Vive y se proyecta.
El Polo Bamba y el Tupí Nambá -como otros- del Uruguay y, en especial, de Montevideo, cayeron. Dejaron, sin embargo, estelas perdurables.
Cuando en la Facultad de Derecho se fundara la cátedra de sociología, fue el Prof. Dr. Isaac Ganón quien reivindicó el papel gregario de estos establecimientos.
Sin duda es Aníbal Barrios Pintos, quien con la friolera de unas 50 obras publicadas sobre los pueblos orientales, sus costumbres, sus gentes y su historia, ha hecho los aportes más firmes y eruditos en la materia.

LAS PULPERÍAS Y UN RELATO DE CARLOS DARWIN

En una monografía que le fuera publicada, por la Editorial Acción S.A., en agosto de 1973, el académico se retrotrae a las pulperías, para hablar luego, con absoluta propiedad, del surgimiento de los cafés. Indica que ellas están el origen de los comercios de campaña, de los almacenes y de los bares de los barrios.

En 1832 Carlos Darwin arribó a Uruguay a bordo del Beagle. En tierra firme visitó localidades de Soriano, Lavalleja y otras. De una pulpería de Minas, es este relato: “Pasamos la noche en una pulpería o tienda de bebidas. Un gran número de gauchos acude allí por la noche a beber licores espirituosos y fumar. Su apariencia es chocante: son por lo regular altos y guapos, pero tienen impreso en su rostro todos los signos de la altivez y del desenfreno; usan a menudo el bigote y el pelo muy largos y éste formando bucles sobre la espalda. Sus trajes de brillantes colores, sus formidables espuelas sonando en sus talones, sus facones colocados en la faja a guisa de dagas, facones de los que hacen uso con gran frecuencia, dándoles un aspecto por completo diferente del que podría hacer suponer su nombre de gauchos o campesinos. Son en extremo corteses; nunca beben una copa sin invitaros a que los acompañéis, pero, tanto os hacen un gracioso saludo, como puede decirse que se hallan dispuestos a acuchillaros, si se presentara la ocasión.”

Señala Barrios Pintos que las pulperías ampliaron inorgánicamente las poblaciones circundantes. Sirvieron de posta de diligencias, de posada y de rudimentarios clubes sociales. Se jugaba a la taba y al sapo; fueron ámbitos para las riñas de gallos, y -hacia el norte- lugares para carreras de gatos, descriptas por el escritor Enrique Amorim.

HACIA EL POLO BAMBA

Según la guía Montevideo, de Horne & Wonner, publicada en 1859, los cafés existentes llegaban a 28. Datos de 1876, cuando adviene el dictador Latorre, indican que Montevideo poseía menos de 115.000 habitantes. El primer café y restaurante de lujo fue El Oriente, surgido, precisamente, en ese año.

La aparición del Polo Bamba aguardaría unos años más. Surgió el 25 de julio de 1885, ubicándose en la calle Colonia y Ciudadela. Lo fundó Francisco San Román. Había nacido en el Valle Minor, el 1º de marzo de 1861. Llegó al Uruguay con 11 años, trasladándose después a Santa Catarina (Brasil), donde se desempeñó en una hacienda exportadora de café. Del emprendimiento participaría también su hermano, Severino San Román.

Una nota aparecida en la Tribuna Popular, de fecha 13 de marzo de 1886, ensaya una explicación del nombre Polo Bamba, citada por Barrios Pintos, aunque no admitida o confirmada. Tiene, sin embargo, un valor de aproximación. La transcribo:“Tal vez suponiendo San Román que el valor, la fuerza y robustez proverbial de los indios Polo-Bamba, dimanaba del uso que hacían del café, mucho antes de ser conocido en Europa, habrá querido levantar un monumento a la memoria de aquellos valerosos indios, o decirnos a los aficionados del café: -Sepan Uds. que llegué a descubrir el secreto o procedimiento que empleaban los Bambas para la torrefacción del café y, por consiguiente, sólo aquí podrán tomar tan delicioso licor, con todas las maravillosas virtudes terapéuticas que contiene.”

CENÁCULO DE INTELECTUALES Y POLÍTICOS


Alberto Zum Felde, quien analizó, desde el punto de vista de las ciencias sociales, la significación del Polo Bamba, lo caracterizó como un “café literario”, que configuraría un “fenómeno nuevo de nuestro ambiente”, aunque “posterior al iniciado en Buenos Aires, al estilo de los más famosos de París”.
La lista de contertulios, según investigara Aníbal Barrios Pintos, se integró, entre otras, con personalidades de este porte: Florencio Sánchez, Horacio Quiroga, Armando Vasseur, Roberto de las Carreras, Ernesto Herrera, Emilio Frugoni, Alberto Zum Felde, Ángel Falco, Leonelo Lasso de la Vega, Paul Minelli, Alberto Lasplaces, Ovidio Fernández Ríos, Carlos María Vallejo, Natalio Botana, Edmundo Bianchi, José G. Antuña, Medina Bentancort, César Mayo Gutiérrez. No faltan crónicas que agregan más nombres: Batlle y Ordóñez, Manini Ríos, Lagarmilla, Pérez Olave, Schinca, Agorio, Arturo P. Visca, Carlos Balsán.
Las mesas del Polo Bamba fueron frecuentadas por la anarquista española Juana Ruoco Buela. Ella recuerda la presencia de Adrián Troitiño y del librero Orsini Bertani, cuyo comercio fue, asimismo, tertulia literaria.
El 8 de octubre de 1913, El Día daba cuenta en una crónica: “Anteayer cerró sus puertas el Polo Bamba y pronto la piqueta de los demoledores echará por tierra las paredes de la casa que uno tomó como familiar refugio de la bohemia.”

sábado, 19 de abril de 2008

CAFÉS DE DOS ORILLAS (I) - EL TORTONI

Escribe Walter Ernesto Celina


UN CIUDADANO RIOPLATENSE

Mi distinguido amigo, el Dr. Carlos Perrotta, en medio del ajetreo de sus actividades profesionales en el foro bonaerense, me hace partícipe, en forma sistemática, de sucesos que se enlazan a la humanística y, en particular, a cuestiones atinentes a dos pasiones bien rioplatenses: Carlos Gardel y el tango.
Con motivo de los 150 años del Café Tortoni, símbolo de la Buenos Aires eterna, me ha hecho conocer el amplio programa de festejos que ha puesto en marcha la Comisión de Amigos del Café.
Él y yo hemos tenido el privilegio de vadear buena parte del siglo XX y nos sentimos muy unidos por la fraternidad que nuestros pueblos gestaron. Somos una porción de una sensibilidad común, la que nos identifica, nos honra y nos hace felices.

PEQUEÑO VIAJE A SU HISTORIA

Los destellos que emitieron los Tupí Nambá y los Sorocabanas uruguayos fueron absorbidos por el tiempo, por lo que de ellos subsisten las imágenes de una memoria, por cierto riquísima. El Tortoni porteño, en cambio, alardea contra los años, como dotado de una juvenil virtud.
Es muy argentino y, a la vez, uruguayo y cosmopolita. Tiene algo que se anuda como en una patria. Es dulce. A todos acoge y a todos iguala.
Fue fundado por el francés Jean Touan. Buenos Aires estrenaba su alegría de aldea abierta al trabajo transformador y a la inmigración. La Avenida de Mayo no era el surco edilicio en que se convertiría, aunque poseía el secreto de sus alardes arquitectónicos. El subte aún esperaba para adelantarse a los medios de transporte existentes.
El Tortoni platense debía ser una réplica de su homónimo parisino. Un café selecto, con vocación para atraer a espíritus creadores y a forjadores de ideas. De muchas ruedas abiertas a la sociabilidad y al debate sin término.
Primero se ubicó en la intersección de Esmeralda con Rivadavia. En 1880 se cambió para estar a unos metros de aquella dirección. Ahora sus dueños eran los esposos vascos Curuchet-Artcanthurry.
Al surgir la Av. De Mayo, un arquitecto belga delineó su sofisticado perfil. Finas maderas lustradas cubrían sus paredes y cortinados embellecían sus confortables ambientes.

LAS VOCES QUE VUELVEN

Hoy sus antiguos muros sostienen cuadros con fotografías, artículos de prensa y testimonios de personajes insignes.
Junto a los artistas, escritores, periodistas, profesores y profesionales que animan sus tertulias y a los visitantes, que desean vivir un momento de su encanto, por el Tortoni actual deambulan otras abigarradas voces.
La de Carlos Gardel, homenajeando con su canto entero a Juan de Dios Filiberto, el metalúrgico libertario que tiñó con nostalgiosas notas Quejas de bandoneón.


Surca ese espacio la de Jorge Luis Borges, repitiendo:

Yo habré muerto y seguirás / orillando nuestra vida. / Buenos Aires no te olvida, / tango que fuiste y serás.
Desde los astilleros, del puerto y los talleres, el viento dibuja en el cielo del café las imágenes de Benito Quinquela Martín y, como viniendo del Barrio 11, Raúl González Tuñón deja sobre una mesa unos versos sencillos: La Libertad es / simplemente / la Libertad / Ella se alimenta de / muertos. / Los Héroes cayeron por / Ella. / Sin angustia no hay / Libertad, / sin alegría tampoco.
Baldomero Fernández Moreno asciende desde la Bodega del bar del brazo con Alfonsina Storni y Eladia Blázquez. Ésta y Héctor Negro, habían escrito en Viejo Tortoni: ...Azul recalada, si el fuego es el mismo, / ¿quién dijo que acaso no sirve soñar?

¡Salud, café de la cultura y baluarte del pensamiento independiente, donde se recrean la amistad y las más puras emociones!


waltercelina1@hotmail.com