jueves, 25 de febrero de 2010

GOBELEANDO 2010

Nota 2
AGUA FLORIDA
Escribe Walter Ernesto Celina
waltercelina1@hotmail.com
16.02.2010

Existen palabras seductoras. Una de ellas, para mi, es Florida. De joven presté atención a la carismática calle porteña de tal denominación, tan reluciente en la gran ciudad.
Sin embargo, fue en otra, también llamada Florida, que en mis ojos infantiles comenzaron a grabarse vivencias entrañables: el camino a la escuela, el baldío de barrio, la luz de almacén, las vidrieras comerciales, los talleres con oficios hoy casi perdidos; las pelotas de trapo, los trompos, las cometas, las corridas en los juegos grupales.
En esta Florida, que partía casi al medio la ciudad de Mercedes (Soriano), atravesando el pequeño centro con su plaza, arracimaba casi una veintena de calles que la cruzaban. Sus extremos unían las vías de los vagones en descanso del ferrocarril y el puente de madera, tendido sobre el arroyo Dacá, en cuyos bosques el dominio colonial portugués escondía el magnificente castillo del Barón de Mauá.

Algunas vecinas tenían la fórmula del agua florida, con aromas de rosas o jazmines. Maceraban flores con gotas de algún aceite, que diluían en alcohol. También de polvos de arroz, perfumados.
Al Agua Florida le cantó, de modo singular, Fernán Silva Valdés (1887-1975), quien compusiera el tango homónimo, con música de otro animador de las festividades populares uruguayas: Ramón “Loro” Collazo.
Silva Valdés manejó su suave pluma como dramaturgo, narrador y poeta. Dio impulso a la corriente nativista uruguaya. En 1970 recibió el Gran Premio Nacional de Literatura.
Sus poemas iniciales fueron imbuidos por el modernismo. Su amplio registro lírico hizo que sus composiciones descriptivas se integraran a las primeras lecturas de la niñez..
Su cultivo del género popular tiene registros magníficos en tangos, milongas, valses, canciones criollas, cifras.
Sus versos fueron acompañados por la voz de Carlos Gardel (Clavel del aire, por ejemplo) o acompasados por la inspiración musical de Néstor (Acosta) Feria (En blanco y negro, cuyas estrofas comienzan indicando: Tuve tropilla de un pelo/ yo también, como el mejor…, las que devendrán en un dolor de amor).
De su huella perdurable queda la correspondencia que sostuviera con Benavente, Neruda, Alfonsina, Gabriela, L. A. de Herrera, Figari, Quiroga, Amorim, Torres García, E. Larreta, Regules, Gómez Cou, Dossetti, Alonso y Trelles, P. Blanco Acevedo, Vigil, S.C. Rossi, Sábato, B. L. Brum, Gallinal y otras celebridades.
Agua Florida es una estampa que cuelga como un estupendo cuadro descriptivo, con la fisonomía única del tango.

José Gobello, en Todo Tango, recuerda que la pieza fue una creación del cantor oriental Alberto Vila, quien lo grabó, con guitarras, el 2 de abril de 1928.
Manifiesta a continuación: Es inolvidable la versión que dejó Ángel Vargas, con la orquesta de D’Agostino, el 13 de noviembre de 1941. Y remarca: Aludiendo a esta composición declaró Silva Valdés: Yo quise llevar el tango un poco hacia atrás, hacia los buenos tiempos del tango primitivo criollo, y por eso evoqué el ambiente desaparecido de las academias, de las chinas almidonadas y de las medias lunas.
Trae a colación, luego, una descripción del ambiente de 1900, perteneciente a Manuel Gálvez, con las costumbres bailables imperantes hasta la irrupción del tango.

AGUA FLORIDA

“Agua Florida”, vos eras criolla./ Te usaban las pobres violetas del fango/ de peinados lisos, como agua’e laguna,/ cuando se bailaba alegrando el tango/ con un taconeo y una media luna./ Perfume del tiempo taura que pasó/ -pues todo en la vida ha de ser así-,/ cuando las percantas mentían que no/ mientras las enaguas batían que sí.

Chinas/ sencillas y querendonas,/ que al son de las acordeonas/ bailaban un milongón./ Chinas/ que oliendo a “Agua Florida”/ se metían en la vida/ a punta de corazón.

“Agua Florida”, vos eras criolla./ De cuando una viola tocaba de prima/ y otras las cuarteaban dando a las bordonas,/ y un ramo de taitas era cada esquina/ y la vida era linda y guapetona./ Vos eras del tiempo del gacho ladeao,/ de la mira airosa anclada en el bulín,/ del lazo en el pelo, del percal floreao/ y de la academia y del peringundín.
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