martes, 24 de abril de 2007

ELADIA - POESÍA CON ANCLA URBANA



Moriré en Buenos Aires, será de madrugada,
que es la hora en que mueren los que saben morir.
Balada para mi muerte. Horacio Ferrer(letra)

Astor Piazzolla (música)

Como en los orígenes del tango, las habaneras mecieron la cuna de Eladia Blázquez.
Le bastaron a la niña arrullos de acento andaluz, un piano de juguetería y las cuerdas de una guitarra de siete pesos para subir a los sueños y escenarios, desde el barrio laborioso de Avellaneda.

De la música que encendía la nostalgia española, giró para el ancho y vital folklore argentino y latinoamericano, portador del acento multicolor de nuestra geografía. Exploró, asimismo, el campo melódico. Intérprete vocal y autora de músicas y letras, maduró para un verbo con vocación de expresión clásica: el tango.

De sus letras dimana una sustancia lírica que levanta la admiración de los Manzi, Cátulo Castillo, de los Expósito, entregándonos la siempreviva perfumada que Discépolo hubiera querido dejar en sus versos.
Su talento confirió al tango un reverdecimiento literario y la posibilidad, a intérpretes de valía excepcional como Ruben Juárez o Susana Rinaldi y a orquestas del porte de la de Osvaldo Pugliese, de motorizar y acompañar instancias muy renovadoras.

Sólo queriendo de alma la música -que es uno de los medios de comunicación más maravillosos construidos por el hombre- pudo crecer el tango, un objeto amado, que funde y amalgama las raíces rioplatenses, expandiéndolas sin límites de fronteras. Esta forma musical original supo no abroquelarse y guardó su savia íntima. Por venas abiertas incorporó nuevos recursos. Así ganó en atributos desafiantes de belleza, nostalgia, dramatismo y sensualidad. De este saber tuvo cabal convicción Eladia Blázquez, siguiendo los pasos de otros preclaros constructores. Estos, habían indagado y abrevado en otras experiencias, para exaltar lo nuestro.

Sin duda, su personalidad restalla con letras imperecederas. En “Contame una historia”, de 1969, ella produce la música para el trabajo de Alfredo M. Iaquinandi, quien pide: “Contame una historia distinta de todas;/ un lindo balurdo que invite a soñar./ Quitame este olor a mufa de verme por dentro/ y este olor a muerte de mi soledad…” Anticipo de desventura, toda la composición guarda un encuadre premonitorio.

Eladia Blázquez no oculta su humanismo intenso, ni su compromiso ético cuando formula “Honrar la vida”.
En “Sueño de barrilete”, de 1960 -primer tango de la autora siguiendo el apunte siempre preciso del Maestro José Gobello-, aparece su veta discepoliana: “Desde chico yo tenía en el mirar/ esa loca fantasía de soñar,/ fue mi sueño de purrete/ ser igual que un barrilete/ que elevándose a las nubes/ con un viento de esperanza sube y sube./ Y crecí en ese mundo de ilusión,/ y escuché sólo a mi propio corazón,/ más la vida no es juguete y el lirismo es un billete sin valor.” Desarrolla la idea, surge la peripecia y estalla, concluyendo: “Hoy me aterra este cansancio sin final,/ hice trizas mi sonrisa, mi ideal,/ cuando miro un barrilete/ me pregunto: ¿aquel purrete dónde está?”

Quizá, acompañando a Astor Piazzolla -quien con su música colgó el tango en los rascacielos-, le corresponda a Eladia Blázquez el honor de haberle cantado al barrio de los barrios, la ciudad, su Buenos Aires, la ciudad megaurbanizada, donde aflora y se cobija el suburbio universal. En “Tu piel de hormigón” le rinde un tributo imperecedero: “En la fachada un cartel/ y el eco fiel de un bandoneón” es una figura simbólica, únicamente asociada al tango. La polis, tras su dureza, guarda un emblema que la aproxima al individuo: “Bajo tu piel de hormigón, arena y cal, tu corazón…”, como para diluir una “tristeza de andén”, la que, justamente, suscita la añoranza de algo querido Que se va consumiendo en el espacio. O que se espera, como con la ilusión de la esperanza. Y, para subrayar la fidelidad del tango al lugar de pertenencia: “Mi Buenos Aires de hoy/ lo que soy te lo doy/ si lo querés.” Un acto pleno de entrega ofrecido, además, en una grabación personal, que es una manifestación impar, sólo comparable a “Mi Buenos Aires Querido”, de Gardel y Le Pera.

Más será con el Maestro Raúl Garello que en 1975 estrenará una obra de excepción, que eriza la piel y apresura el pulso: “El Corazón al Sur”.
Vayan ahora, en algunos de sus versos, el homenaje a la poetisa del tango contemporáneo:
"Nací en un barrio donde el lujo fue un albur,
por eso tengo el corazón mirando al sur.
Mi viejo fue una abeja en la colmena,
las manos limpias, el alma buena.

………………………………………….
Mi barrio fue una planta de jazmín,
la sombra de mi vieja en el jardín,
la dulce fiesta de las cosas más sencillas
y la paz en la gramilla de cara al sol.
Mi barrio fue mi gente que no está,
las cosas que ya nunca volverán,
si desde el día en que me fui
con la emoción y con la cruz
¡yo se que tengo el corazón mirando al sur!"
………………………………………………….

El clásico español Jorge Manrique sentenció en una poesía que resiste los tiempos: “Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar,/ que es el morir”.
En las ciudades en que el cemento se hermana con el acero para buscar el cielo, en lo duro e íntimo de cada mole, seguirán latiendo los versos de Eladia. Vendrán con la suavidad de las viejas habaneras y en ríos de silbidos surcando Avellaneda y ese barrio único en que cualquiera de nosotros es capaz de mirarse y morir.

tangocultura@hotmail.com

sábado, 21 de abril de 2007

LA VERTIENTE ESPAÑOLA



El afamado escritor español Fernando Díaz-Plaja, residente en Punta del Este en los últimos años, ha dado a conocer su quinta obra en Uruguay. Se trata de un ensayo titulado “El tango y los cuernos”.

Cabe señalar que Díaz-Plaja ha producido 153 obras que versan sobre la vida cotidiana, personajes históricos, documentos de la guerra civil y un enorme bagaje en el que lucen alrededor 20 ensayos. A la vasta lista no escapan novelas, cuentos y anotaciones de viajes. El autor ha dado la vuelta al mundo tres veces y ha dictado conferencias en 12 universidades de 7 países.

El escritor y comentarista literario Enrique Loza Aguerrebere, al dar cuenta del lanzamiento de la obra, señaló que la misma se encuentra unida a los recuerdos tangueros de la infancia y la adolescencia del autor, mencionando que por los años 30 los intérpretes más famosos en España eran Irusta, Fugazot y Demare, siendo el cantor uruguayo Carlos Gardel el paradigma del éxito personal.



Citando conceptos de Díaz-Plaja, menciona que Uruguay y Argentina eran países de inmigrantes, con la peculiaridad que la mayoría de los pobladores fue masculina. Con ello el papel de la mujer subía de forma extraordinaria, al poder elegir su pareja con mayor facilidad que en el caso contrario.
Tal circunstancia social se vio reflejada en las canciones. Luego de esta precisión preliminar, anota Loza Aguerrebere, el trabajo se canaliza en varias secciones, deteniéndose en letras de lo más diversas. Se citan los llamativos casos de semejanzas con antiguas coplas españolas, versos de Calderón de la Barca y de la lírica ibérica, no faltando aproximaciones a “La verbena de la paloma” o a las rimas de Bécquer.

Resulta asimismo atractivo el vocabulario lunfardo/español con el que se cierra el ensayo.
Será de interés examinar los puntos de vista de Díaz-Plaja en un momento en que en el mundo y en el Plata crece la avidez por el tango, ese “sentimiento triste que también se baila”, como ha dicho Ernesto Sábato.

waltercelina1@hotmail.com

POR LOS CAMINOS DEL LUNFARDO

El tango es una música que en sus inicios se danza y, posteriormente, se canta. Al entrar en su segunda fase se involucra con el idioma materno, es decir, con el español o, si se prefiere, con el castellano.
El medio social en que surge esta manifestación del arte popular impregna la forma hablada que adopta y lo hace con peculiaridades constructivas y, en especial, de vocabulario.
De los tiempos iniciales son títulos como “La catrera” (la cama), “Una noche de garufa” (de fiesta) o “El purrete” (el niño).
Las denominaciones se recuestan a formas de expresión ligadas al ambiente donde se prohijaban aquellas creaciones, gestadas por gentes sencillas.
Los rótulos primigenios no esconden su ligazón con el lunfardo.
Y aquí entramos a la materia de esta nota.

¿Es el lunfardo una lengua especial o un argot? La respuesta es negativa. En efecto, no es un lenguaje específico utilizado por un grupo de personas que compartan ciertas características comunes, vínculos de categoría social, procedencia, profesión, etc.

Siguiendo la opinión del Maestro José Gobello cabe decir que el lunfardo es sólo un repertorio de vocablos. Sus voces sustituyen las corrientes del idioma. No alteran su estructura o sintaxis.
A diferencia del jargon (Francia), del cant (Inglaterra), del rotwelsch (Alemania), del furbesco (Italia), de la germanía (España) o del calao (Portugal) no es un lenguaje de malhechores. Esto no significa que los elementos marginales no lo hayan utilizado pero, a diferencia de los mencionados y, asimismo de lo que se ha sostenido, el lunfardo no se origina en núcleos asociados a la delincuencia.

Los análisis de Gobello permiten detectar la raíz del lunfardo en los dialectos septentrionales de Italia. Las fuentes en que abreva son el genovés, piamontés, lombardo, véneto, fuera de préstamos del idioma italiano, propiamente dicho.
El nacimiento de los términos lunfardos se encuentra en los repertorios léxicos de los dialectos y en las palabras que fueron de uso en estratos sociales modestos y de inmigrantes llegados al Río de la Plata (Buenos Aires, Montevideo, Rosario).
Así pues, el lunfardista trabaja sobre la lengua común platense. Por consecuencia, debe atenerse a las reglas idiomáticas, a las fórmulas del idioma de base, en este caso, del castellano.
Los primeros estudios del lunfardo fueron producidos por Benigno Baldomero Lugones, Antonio Dellepiane, Luis María Drago y José S. Álvarez.

El periodista Lugones, que era escribiente policial, recogió vocablos que circulaban entre muchos delincuentes, de donde derivó la interpretación -bastante extendida- que el lunfardo era una forma propia de comunicación de los malvivientes. Pero, en rigor, se trataba de términos frecuentados en los ambientes de compadritos y capas sociales bajas.
Lugones recogió, en un inicio de su trabajo, 53 palabras lunfardas, 24 de las cuales eran genovesismos. Tales los casos de bacán (hombre que mantiene a una mujer), bufosa (pistola), campana (espía), embrocar (mirar filiando), encanado (preso), espiantar (irse), refilar (robar mediante punga; refilar toco, coimear), vento (dinero), etc.

El lenguaje literario fue introducido en el tango por Ángel Villoldo, aunque prescindiendo del lunfardo. Correspondió al payador Juan de Nava el cultivo del vocabulario orillero y, más adelante, a Pascual Contursi -con “Mi noche triste”- dar entrada al vocabulario utilizado por los descendientes de los inmigrantes. Carlos Gardel ennobleció las estrofas impregnadas de lunfardismo, siendo Celedonio Esteban Flores el que catapultó el lunfardo a su momento cenital.

El lunfardo, como vocabulario marginal, existe a partir de condiciones históricas peculiares.
En la actualidad tiene cultores excepcionales, como el caso de la poetisa Martina Iñiguez, de formidable producción. Esta manifestación de la lengua platense tiene un centro de conservación, estudio y difusión, de gran jerarquía: la Academia Porteña del Lunfardo, orientada por el saber del Maestro José Gobello.

Los tiempos van abriendo los caminos del idioma nacido en la vieja Castilla, que se enrique sin cesar.
Nuevas formas vocabularias se han ido perfilando en el tercer milenio para mostrar remozados términos.
El lunfardo está asociado a la lengua madre y se florea en el tango con renovada vitalidad. Es como si el pasado viajara hacia el futuro con sus ricos acentos.

waltercelina1@hotmail.com

jueves, 19 de abril de 2007

"LA CUMPARSITA” un auténtico himno.

MÚSICA NUESTRA Y UNIVERSAL

Por aquellas tardes de verano Gerardo Matos Rodríguez llegaba puntualmente a la sede de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay, posesionándose del piano Blüthner que engalanaba la gran sala.

A su alrededor, voces chispeantes de entusiasmo, ensayaban letras. No faltaban las guitarras y algunos otros instrumentos de cuerdas y viento.

Se trataba de estudiantes que preparaban su participación en las fiestas de carnaval.

Por entonces los desfiles se animaban con conjuntos de atavíos originales. Carruajes engalanados eran cruzados por redes de serpentinas. Bandas musicales infundían animación a aquel espectáculo único y diverso en que se volcaba la alegría de una población con todos los perfiles sociales y edades.

Cuando la estudiantina, al fin, salió de la casona de la calle Ituzaingó, entre Reconquista y Buenos Aires, recibió el bautismo de los aplausos.

Iban allí, con los atuendos típicos de sus profesiones, los abogados con los ingenieros, los médicos y los profesores, formando una gama multicolor. Los acompañaba una especie de marcha, hecha para la circunstancia por el estudiante de arquitectura Matos Rodríguez.

¿Qué música era ésta, destinada a convertirse en el Himno de los Tangos y en carta de presentación de la identidad rioplatense en el mundo?

Se cuenta que cuando la bullanguera caravana de jóvenes se acercaba al Parque Urbano (hoy Parque José Enrique Rodó), al llegar al establecimiento lechero conocido como “La vaquería”, uno de sus empleados -de origen italiano- exclamó para sus compañeros, en perfecto cocoliche: “¡Ahí viene la cumparsita!”, por la comparsa festiva de los muchachos.
Fue este el bautismo para una melodía que intentaría abrirse paso, primero, en el carnaval y, después, en los ambientes bailables.

En el corazón del Montevideo musical el Café y Confitería “La Giralda” recibía a los intérpretes tangueros más famosos del Río de la Plata. Matos Rodríguez, sobrino de un afamado empresario de la escena, se codeaba con los artistas con habitualidad. El ambiente lo subyugaba.

Su composición llegó en primera instancia a manos del famoso pianista mercedario Carlos Warren y, luego, a las del gran intérprete Minotto Di Cicco. Ambos la observaron con interés y la consultaron con Roberto Firpo. Este la catapultó a la fama. Con su conjunto cautivaba en “La Giralda” y fue allí en que decidió introducirle algunos arreglos en su notación y estrenarla. El suceso ocurrió en abril de 1917, hacen hoy noventa años.

Firpo, con su afinado talento, tomó la partitura a la que le incorporó unos compases de su trabajo “La gaucha Manuela” y otros de la ópera “Miserere”, de Giuseppe Verdi.
Y así vio luz, en el mítico local de la Av. 18 de Julio y calle Andes, donde cinco años después comenzara a levantarse el Palacio “Salvo”.

Lo demás es bastante conocido. La pieza, cuya partitura fuera presentada como “Tango para piano”, fue grabada casi de inmediato por el propio Firpo, por Minotto Di Cicco – Alonso y por Juan Maglio (Pacho).
Simultáneamente, Matos Rodríguez, con apenas veinte años -y siendo inhábil para transferir derechos autorales- vendió su obra la editora “Breyer”, de Buenos Aires, después adquirida por la Casa “Ricordi”.

El autor abandonó sus estudios y partió para Europa, donde actuaría en misión consular en Alemania.

En 1924, Pascual Contursi y Enrique P. Maroni, sin la autorización del autor, le adosaron a la música unos versos, transformando a “La cumparsita” en “Si supieras”. La letra fue cantada en un sainete por el vocalista Juan Ferrari. De inmediato Carlos Gardel produce su memorable grabación. “La cumparsita” había echado a andar y ganaba el sentimiento de los públicos. Tenía un secreto encanto.

A todo esto, Gerardo Matos Rodríguez reivindica su autoría, entabla un juicio de duración histórica e incorpora a su obra un texto propio, sobre el que luego declarará que no le satisfizo en lo mínimo.

Tito Schipa, reputado tenor italiano, registra la nueva letra en 1930. También es tomada por Angelito Vargas con Ángel D’Agostino y por el solista Alberto Gómez.
Aparecerán dos letras más, la última en inglés.

El maestro Juan D’Arienzo realizó sucesivas versiones del tango, todas de carácter bailable. En 1972 declaró: “vendí 18 millones de discos”.

En el séptimo arte “La cumparsita” ha sido distinguida en multitud de películas, desde “Leven Anclas” a “Una Eva y dos Adanes”; fue adoptada por Almodóvar y Woody Allen y muchos más. En 1947, el recordado Hugo del Carril la llevó al celuloide, haciéndolo después el realizador Enrique Carreras.

¿De dónde proviene la seducción universal que suscita este tango, apañado en el viejo Montevideo y acunado por las brisas tangueras de los Warren, los Firpo y los Arolas?
Difícil establecerlo a ciencia cierta.

Un revolucionario del tango, como el eminente Astor Piazzolla, la calificó como “espantosamente pobre” desde el ángulo musical. Pero, a la vez reconoció que “empleando un bajo que la enriquezca se arma un contrapunto que enaltece la melodía convencional”. Y la grabó cuatro veces.

Para el uruguayo Francisco Canaro es la “particular estructura de su música la que se presta maravillosamente para ser enriquecida por orquestaciones de mayor vuelo”.

Los musicólogos Héctor y Luis Bates sostuvieron que “ningún otro tango le da tanto campo al músico para lucirse y, acepta sin reparos, las fugas, las escalas y las armonías”.

El poeta y compositor Horacio Arturo Ferrer destaca que “La cumparsita” “ha sido objeto de toda clase de ornatos, producto muchas veces de ejecuciones “a la parrilla”: contracantos, pasajes contrapunteados y variaciones de la más diversa invención”.

Montevideo y Buenos Aires, Uruguay y Argentina, hermanas de sangre en el nacimiento y perpetuación del tango, nueve décadas después, celebran el genio de Gerardo Matos Rodríguez y dan lustre renovado a la música de las dos orillas. La misma que ganó el firmamento universal y que tiene en “La cumparsita” un auténtico himno.

waltercelina1@hotmail.com
LA CUMPARSITA
Partitura