jueves, 19 de abril de 2007

"LA CUMPARSITA” un auténtico himno.

MÚSICA NUESTRA Y UNIVERSAL

Por aquellas tardes de verano Gerardo Matos Rodríguez llegaba puntualmente a la sede de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay, posesionándose del piano Blüthner que engalanaba la gran sala.

A su alrededor, voces chispeantes de entusiasmo, ensayaban letras. No faltaban las guitarras y algunos otros instrumentos de cuerdas y viento.

Se trataba de estudiantes que preparaban su participación en las fiestas de carnaval.

Por entonces los desfiles se animaban con conjuntos de atavíos originales. Carruajes engalanados eran cruzados por redes de serpentinas. Bandas musicales infundían animación a aquel espectáculo único y diverso en que se volcaba la alegría de una población con todos los perfiles sociales y edades.

Cuando la estudiantina, al fin, salió de la casona de la calle Ituzaingó, entre Reconquista y Buenos Aires, recibió el bautismo de los aplausos.

Iban allí, con los atuendos típicos de sus profesiones, los abogados con los ingenieros, los médicos y los profesores, formando una gama multicolor. Los acompañaba una especie de marcha, hecha para la circunstancia por el estudiante de arquitectura Matos Rodríguez.

¿Qué música era ésta, destinada a convertirse en el Himno de los Tangos y en carta de presentación de la identidad rioplatense en el mundo?

Se cuenta que cuando la bullanguera caravana de jóvenes se acercaba al Parque Urbano (hoy Parque José Enrique Rodó), al llegar al establecimiento lechero conocido como “La vaquería”, uno de sus empleados -de origen italiano- exclamó para sus compañeros, en perfecto cocoliche: “¡Ahí viene la cumparsita!”, por la comparsa festiva de los muchachos.
Fue este el bautismo para una melodía que intentaría abrirse paso, primero, en el carnaval y, después, en los ambientes bailables.

En el corazón del Montevideo musical el Café y Confitería “La Giralda” recibía a los intérpretes tangueros más famosos del Río de la Plata. Matos Rodríguez, sobrino de un afamado empresario de la escena, se codeaba con los artistas con habitualidad. El ambiente lo subyugaba.

Su composición llegó en primera instancia a manos del famoso pianista mercedario Carlos Warren y, luego, a las del gran intérprete Minotto Di Cicco. Ambos la observaron con interés y la consultaron con Roberto Firpo. Este la catapultó a la fama. Con su conjunto cautivaba en “La Giralda” y fue allí en que decidió introducirle algunos arreglos en su notación y estrenarla. El suceso ocurrió en abril de 1917, hacen hoy noventa años.

Firpo, con su afinado talento, tomó la partitura a la que le incorporó unos compases de su trabajo “La gaucha Manuela” y otros de la ópera “Miserere”, de Giuseppe Verdi.
Y así vio luz, en el mítico local de la Av. 18 de Julio y calle Andes, donde cinco años después comenzara a levantarse el Palacio “Salvo”.

Lo demás es bastante conocido. La pieza, cuya partitura fuera presentada como “Tango para piano”, fue grabada casi de inmediato por el propio Firpo, por Minotto Di Cicco – Alonso y por Juan Maglio (Pacho).
Simultáneamente, Matos Rodríguez, con apenas veinte años -y siendo inhábil para transferir derechos autorales- vendió su obra la editora “Breyer”, de Buenos Aires, después adquirida por la Casa “Ricordi”.

El autor abandonó sus estudios y partió para Europa, donde actuaría en misión consular en Alemania.

En 1924, Pascual Contursi y Enrique P. Maroni, sin la autorización del autor, le adosaron a la música unos versos, transformando a “La cumparsita” en “Si supieras”. La letra fue cantada en un sainete por el vocalista Juan Ferrari. De inmediato Carlos Gardel produce su memorable grabación. “La cumparsita” había echado a andar y ganaba el sentimiento de los públicos. Tenía un secreto encanto.

A todo esto, Gerardo Matos Rodríguez reivindica su autoría, entabla un juicio de duración histórica e incorpora a su obra un texto propio, sobre el que luego declarará que no le satisfizo en lo mínimo.

Tito Schipa, reputado tenor italiano, registra la nueva letra en 1930. También es tomada por Angelito Vargas con Ángel D’Agostino y por el solista Alberto Gómez.
Aparecerán dos letras más, la última en inglés.

El maestro Juan D’Arienzo realizó sucesivas versiones del tango, todas de carácter bailable. En 1972 declaró: “vendí 18 millones de discos”.

En el séptimo arte “La cumparsita” ha sido distinguida en multitud de películas, desde “Leven Anclas” a “Una Eva y dos Adanes”; fue adoptada por Almodóvar y Woody Allen y muchos más. En 1947, el recordado Hugo del Carril la llevó al celuloide, haciéndolo después el realizador Enrique Carreras.

¿De dónde proviene la seducción universal que suscita este tango, apañado en el viejo Montevideo y acunado por las brisas tangueras de los Warren, los Firpo y los Arolas?
Difícil establecerlo a ciencia cierta.

Un revolucionario del tango, como el eminente Astor Piazzolla, la calificó como “espantosamente pobre” desde el ángulo musical. Pero, a la vez reconoció que “empleando un bajo que la enriquezca se arma un contrapunto que enaltece la melodía convencional”. Y la grabó cuatro veces.

Para el uruguayo Francisco Canaro es la “particular estructura de su música la que se presta maravillosamente para ser enriquecida por orquestaciones de mayor vuelo”.

Los musicólogos Héctor y Luis Bates sostuvieron que “ningún otro tango le da tanto campo al músico para lucirse y, acepta sin reparos, las fugas, las escalas y las armonías”.

El poeta y compositor Horacio Arturo Ferrer destaca que “La cumparsita” “ha sido objeto de toda clase de ornatos, producto muchas veces de ejecuciones “a la parrilla”: contracantos, pasajes contrapunteados y variaciones de la más diversa invención”.

Montevideo y Buenos Aires, Uruguay y Argentina, hermanas de sangre en el nacimiento y perpetuación del tango, nueve décadas después, celebran el genio de Gerardo Matos Rodríguez y dan lustre renovado a la música de las dos orillas. La misma que ganó el firmamento universal y que tiene en “La cumparsita” un auténtico himno.

waltercelina1@hotmail.com
LA CUMPARSITA
Partitura

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