jueves, 4 de diciembre de 2008

TRUCO, RETRUCO Y ¡TANGO!

Escribe Walter Ernesto Celina

Citaré algunos nombres de personalidades literarias del ámbito platense que han desenvainado espadas para hablar del tango. No siempre a favor.
Tengo el recuerdo fresco de Fernán Silva Valdés. En los libros de lectura del ciclo escolar sus versos cantaban al entorno del campo y al colorido de los pájaros. Adolescente ya, lo descubrí como autor de la letra de “Clavel del aire”, con música de Juan de Dios Filiberto y la interpretación máxima de Carlos Gardel.
Cursando secundaria, un día apareció Líber Falco y, más adelante, Jorge Luis Borges. Eran tiempos en que Pablo Neruda inundaba los espacios. Marcaba las preferencias juveniles cuando con sus 20 poemas exaltaba a la mujer y, con las odas y otros versos, cantaba a un mundo nuevo.
Quizás en esto radicaba la gran diferencia con el Borges próximo, sobre el que nos interrogábamos.
El maestro argentino formaba parte de una rueda casi habitual, que nos seguía como la sombra al cuerpo, bajo la advocación gardeliana.

En poemas de harina y agua, Líber Falco había escrito:
“Yo nací en Jacinto Vera” (Qué barrio Jacinto Vera/ ranchos de lata por fuera/ y por dentro madera); “Tengo un atajo en cielo” (Tú, muchacha, y mis amigos,/ todos iremos del brazo) o “Fuera locura pero hoy lo haría” (Atar un moño azul en cada árbol/ ir con mi corazón de calle en calle./ Decirle a todos que los quiero).
Y en la intimidad, estampaba su tango “Tardecita”, con estrofas musicalizadas por Domingo Bordoli, Casto Canel y Fernando Falco:
Es muy lindo llegar/ cuando el sol ya declina/ volver de nuevo a la esquina y ponerse a soñar./ Vuelto de tardecita/ me esperaba un querer; mate amargo, dulzura, mujer!
Sobre “El compadre”, Fernán Silva Valdés había dado algunos trazos descriptivos:
Vestía pantalón a la francesa/ con un vivo negro;/ zapatos de taco alto,/ anillo en el meñique,/ sombrero requintado y pañuelo al cuello.
Y en “El tango” apuntaba:
Tango:/ por entre la cadencia de tu música queda/ yo palpo la dureza viva del arrabal,/ como por entre una vaina de seda/ la hoja de un puñal.

Con título homónimo, Jorge Luis Borges hilvana en un himno epopéyico:
Una mitología de puñales/ lentamente se anula en el olvido;/ una canción de gesta se ha perdido/ en sórdidas noticias policiales./ Hay otra brasa, otra candente rosa/ de la ceniza que los guarda enteros;/ ahí están los soberbios cuchilleros/ y el peso de la daga silenciosa.
Enrique Amorim, poeta y novelista salteño, me había sido presentado por su amigo Rodney Arismendi en el Parlamento, unos años antes del 60, en que falleciera. Su poema “Retruque” a Borges me decepcionó:
Turbia ralea despreció a la mina/ y a la costurerita y se burlaron/ (aquellos que mejor te cultivaron)/ del sin trabajo, al sol en una esquina. Tango de los reacios al horario,/ de los socios del tango haraganote./ En lento conformismo sin Quijote/ ablandaste el acero proletario.

La respuesta vino, en tiempo y forma. De entre las filas en que militaba el ilustre Amorim, en el Diario “El Popular”, en el Nro. 84 de 1958, Juan José López Silveira le ofrece extensa réplica.
Explica: “En sus orígenes, consentidos unánimemente entre el 80 y el 90, el tango careció de letra. Después, a principios del siglo XX, su canción fue himno entonado, es cierto, a las hazañas de una “turbia ralea” de prostitutas y ladrones, cuyo ambiente vital eran los burdeles de Buenos Aires o Montevideo."
Más adelante subraya:
“Claro está que el tango no es proletario, ni pudo serlo en su origen, por razones obvias.” Y apunta: “Los desclasados, del modelo rioplatense, fueron, en cierto sentido, trabajadores que actuaban y vivían en el sitio que les dejó libre la burguesía.”
Sostiene:
“La expansión urbana, con la mezcla y la proximidad de gentes antes separadas, determinó también una amplia dispersión temática en los motivos inspiradores de las letras de tango.”
Recuerda:
“Los nuevos temas pretendieron abarcar todos los aspectos de la vida ciudadana y presentar “una inconexa y vasta comédie humaine de Buenos Aires”, según dijo, precisamente Jorge Luis Borges.”
Remarca, en otro pasaje:
“Entre el primero y el último tango corrieron, no en balde, más de 70 años” (ahora, muchos más). Aquellas “minas se convirtieron en fabriqueras” y los “hijos del taita pidieron trabajo al capataz gringo”.

Jorge Luis Borges levanta su cabeza y, con los dedos en el teclado de Astor Piazzolla, en “Alguien le dice al tango”, rememora:
“Tango que he visto bailar/ contra un ocaso amarillo/ por quienes eran capaces/ de otro baile: el del cuchillo... Tango que fuiste la dicha / de ser hombre y ser valiente”.
Vuelan las notas después en “Jacinto Chiclana”:
“Me acuerdo, fue en Balvanera,/ en una noche lejana,/ que alguien dejó caer el nombre/ de un tal Jacinto Chiclana./ Algo se dijo también/ de una esquina y de un cuchillo./ Los años no dejan ver/ el entrevero y el brillo./ Después: “Me gustaría saber/ cómo habrá sido aquel hombre./ Alto lo veo y cabal, con el alma comedida; capaz de no alzar la voz/ y de jugarse la vida...”

En el juego realidad-imaginación, el sociólogo Prof. Daniel Vidart escribió hace cuatro décadas:
“El vencedor mira sin odio al caído, limpia el cuchillo en la suela de la alpargata bigotuda y se va, sin saber adónde, a ninguna parte, esto es, derecho al tango, rumbo a la crónica de los guapos que sustituye, en el Río de la Plata, a la verdadera historia.”

martes, 11 de noviembre de 2008

EL LUNFARDO ENTRA POR LA PUERTA GRANDE

Escribe Walter Ernesto Celina

Desde Buenos Aires, Don José Gobello -un sabio en temas de lingüística y a quien el tango le debe formidables recopilaciones de su poética y biografías de los actores de todos los tiempos-, me hace llegar una nota que deseo compartir con mis amigos lectores.
Su mensaje lo tituló “¡Alegría, alegría!” y es muy justa la caracterización. Ese sentimiento tan íntimo también me toca.
Antes de ir al nervio de este comentario, referiré un hecho. Va en paralelo con la labor de otro intelectual amigo.
Hace unos meses, llegando a la mesa de trabajo del investigador e historiador Don Aníbal Barrios Pintos, encuentro que examinaba y corregía pruebas de un lexicón de voces uruguayas.
Que alguien que ya lleva publicados casi cincuenta libros, especialmente relacionados a la historia de la Banda Oriental, estuviera viendo con meticulosidad vocablos nuestros, para luego ofrecerlos en los ámbitos donde otros investigadores brindan su esfuerzo, me pareció fantástico. Ello, fuera de la importancia de rescatar palabras y expresiones propias del uso popular.
En la hermana orilla, Don José Gobello exhibe esa misma fibra, con pasión indeclinable por el estudio y el análisis, proyectando siempre una decantada versación.
El texto al que hacia referencia hace un instante, es el siguiente:
LA LINGÜÍSTICA OFICIAL RECONOCE POR FIN AL LUNFARDO

“La lingüística oficial, por medio de su mayor representante, la Academia Argentina de Letras, ha reconocido por fin al lunfardo. Lo hizo en la primera edición de su Diccionario del habla de los argentinos y lo reitera en la segunda.
La Real Academia Española registró en la primera edición de su diccionario (1726) las voces de la germanía, valiéndose del famoso vocabulario suscripto por Juan Hidalgo, cuando aún se ignoraba quién se escondía tras ese seudónimo. Aquellas voces eran exclusivas de delincuentes –rufos y murcios–; en cambio, los términos lunfardos eran utilizados también por inmigrantes, según recuerda ahora la importante obra recién aparecida. Pese a ello, la academia vernácula los mantuvo durante 130 años en antesalas, antes de admitirlos en el exclusivo recinto de su diccionario.
Tan larga amansadora se debió, sin duda, a que la lingüística académica daba por muerto ese "guirigay" y "jerga gringo criolla" (Arturo Costa Álvarez, Nuestra lengua, 1922, página 147), "un invento de Gobello y Vacarezza", (Borges el memorioso, México 1982), pero la hora llegó –o dies felix memoranda fastis–, y la Academia Argentina de Letras, la misma que mezquinó un sillón a Marcos Augusto Morínigo, Correspondiente de la Real Academia Española, sólo porque presidía la Academia Porteña del Lunfardo, le ha dado estatus lingüístico. En ello se ve la mano de su presidente, Pedro Luis Barcia, hombre de vastos saberes, de mirada aguda y de generoso campo visual.
Lo celebraría otro gran presidente de esa institución, don José Oría, que el 21 de diciembre de 1962 asistió al nacimiento de la APL (Academia Porteña del Lunfardo – W.E.C.).
En 1953 señalé en Lunfardía que el lunfardo era hijo de la inmigración y no un producto carcelario. Esa convicción nos llevó a fundar en 1962 la APL para iniciar su transferencia de la jurisdicción criminológica al campo de la lingüística. Aquel propósito está cumplido. Podemos decir que hemos triunfado. No hemos arado en el agua ni sembrado en la arena.
Pero si la Academia Argentina de Letras reconoce al lunfardo, sigue ninguneando a la APL, sin advertir, tal vez, que esta ha contado siempre, durante sus casi 50 años de vida, entre sus miembros a muy ilustres catedráticos, tales como Giovanni Meo Zilio en Italia, Tomás Buesa Oliver en España, Philippe Cahuzac en Francia, Günther Haensch en Alemania, Héctor Balsas en el Uruguay, Susana Martorell de Laconi, Arturo Berenguer Carisomo, Marcos Morínigo, Oscar Conde, en la Argentina, y otros igualmente valiosos, cuya prolija mención excede la extensión de esta nota.
La Academia Argentina de Letras ha preferido trabajar en soledad. Si con un adarme de humildad hubiera consultado a la APL, habría aumentado el caudal de las voces presentadas, que estima en 4500, por lo menos hasta alcanzar las 5959 que encierra el Diccionario del habla de Buenos Aires de José Gobello y Marcelo Héctor Oliveri, y se habría ahorrado algunas erratas y varias incoherencias. Pero también esto se explica: en la Argentina las instituciones culturales privadas –es decir, ajenas al erario– son lo mismo que kelpers. Es el caso de la APL. Es nuestro orgullo.”
Y firma: José Gobello


sábado, 19 de julio de 2008

LA POESÍA LUNFARDA DE MARTINA IÑIGUEZ

Escribe Walter Ernesto Celina

De los homenajes a Carlos Gardel que han tenido lugar en Uruguay hubo uno particularmente interesante. Fue el que se celebrara en el Instituto Pedagógico, entidad emblemática de la docencia uruguaya.
Allí la investigadora argentina Martina Iñiguez dio a conocer las conclusiones de sus pesquisas en torno a la escolaridad que El Zorzal registrara en un centro educacional de Montevideo. A ello dediqué una nota informativa, con la anotación -importante, sin duda- que indicaba que la disertante ha de publicar un libro, aportando datos reveladores sobre la orientalidad del cantante rioplatense de todos los tiempos.

La segunda parte del evento tuvo una faceta distinta, aunque asociada a los valores del tango, al propio Gardel, a cuestiones de la letrística y a la dimensión del lunfardo para fundar una nueva poesía.
Asuntos de la cultura, bien ciertos, en los que no faltó la reivindicación de la mujer ante las desviaciones del machismo craso.
Martina Iñiguez abordó este atado de asuntos con el vigor del conocimiento y la soltura amena y precisa de su expresión.

Coincidiendo con la apreciación formulada por el ilustre maestro José Gobello, recordó que la introducción del lunfardo en la lírica del tango aparece con Mi noche triste, composición grabada por El Mago, en 1917. Baste recordar el verso inicial: “Percanta que me amuraste...”
Luego vendrán otras producciones, como las de Celedonio Esteban Flores, a las que Gardel dará difusión, exaltando esta forma de administrar el idioma.

La poetisa recordó qué es el lunfardo.
No es otro idioma, es una particularidad local del que hemos acogido como nuestro, esto es, del español (o castellano).
A propósito, una digresión: Gobello con Marcelo H. Oliveri desarrollaron la temática en la obra “Lunfardo. Curso básico y diccionario”. Lo definen como“un repertorio de vocablos”, diferenciado de la lengua común. No es, sin embargo, una lengua especial”, empleada tan solo por individuos ubicados en “circunstancias especiales”. Tampoco es “un argot de malhechores”, equivalente a los utilizados en diversos países por comunidades de delincuentes.
Gobello indica que su origen se gesta en los dialectos septentrionales italianos, siendo un vocabulario surgido al costado de la lengua común, en virtud de fenómenos socio-culturales. Por ello, “carece naturalmente de sintaxis”, de “reglas que ordenen la relación entre los diversos vocablos”.

En sus “Veinte poemas de lunfaumor y una canción desafinada”, publicados en 1993, en el soneto “Moraleja”, Iñiguez desafía la convención social cuando con gracia versifica:
Mi madre es un ejemplo de recato,/ de honradez, de cordura. Su compleja/ visión del bien y el mal sutil coteja/ lo frívolo, lo turbio y lo sensato.
Me induce a proceder sin arrebato / -que la frivolidad es muy diableja-/ alucina con tanta candileja/ y claudica en algún placer barato.
Despreciar siempre el vil concubinato/ con mesurado ímpetu aconseja, prefiriendo un honrado celibato.
Mas yo saqué mi propia moraleja:/
El vivir, es así bastante ingrato,/ por eso claudiqué. Lo siento, vieja.


La platea del Instituto Pedagógico celebró el soneto “Promesas”, que Martina Iñiguez diera a conocer en 1997 en “Lunfaneto”, labor prologada por Don José Gobello.
Para interpretarlo servirá auxiliarse de este vocabulario: batir equivale a sostener o confesar y, así, sucesivamente, primus a calentador a querosone; croqueta, cabeza; madama, regenta del prostíbulo; bulo, lugar donde se vive o duerme; piola, sabiamente; mishiadura, pobreza; ragú, hambre; mufa, malhumor o desgracia; miqueta, paliza o puñetazo.
Estos, ahora, son los versos lunfardos que recogieran amplios aplausos:
Me batió, vas a ser siempre la llama/ del primus que calcina mi croqueta,/ mi papusa, mi nena, mi pebeta,/ aunque estés más corrida que Madama.
Yo batí, voy a ser sólo tu dama,/ no perderé por otros la chaveta,/ zurciré con amor tu camiseta/ y aprenderé a guisar como tu mama.
¡Cuántas cosas juramos jeta a jeta...!
Él, ponerme un buen bulo con mucama/ y hacerme una señora con libreta.
Yo le juré bancar piola, sin drama/ mishiadura, ragú, mufa, miqueta...
¡Qué cosas se prometen en la cama!


waltercelina1@hotmail.com

domingo, 27 de abril de 2008

CAFÉS DE DOS ORILLAS (III – FINAL)






EL TUPÍ NAMBÁ


Escribe Walter Ernesto Celina







CÓMO ERA EL VIEJO TUPÍ

La inauguración del mítico café Tupí Nambá tuvo lugar el 8 de mayo de 1889. Se ubicó sobre la calle Buenos Aires, por frente a la plazuela del Teatro Solís.
Su denominación primigenia fue Al Tupí Nambá y supuso un homenaje a los indios del norte de San Vicente (Brasil), quienes trabajaban en los cafetales. Lo regenteaba Francisco San Román, considerado el primer industrial local en la torrefacción del producto.

La juventud y bohemia del 900 tuvo este establecimiento como su refugio privilegiado. Tras sus amplios ventanales se recortaban chambergos de ancha ala, rostros con frondosos bigotes, largas melenas y corbatas con grandes moños.

En 1890, Don Francisco respondía a un cronista de La Razón acerca de porqué en el gran salón se enseñoreaba un busto de Voltaire, el notable filósofo enciclopedista: “Según lo dicen Thiers y Henry Martín, Voltaire fue un gran bebedor de café; era el licor que tomaba y que introdujo en la corte de Federico de Prusia.”
El 27 de junio de 1899, al cumplirse la década de su apertura, tuvo lugar un festejo de campanillas, como se decía. Su propietario fue proclamado Rey de los Cafeteros. Del bautismo participaron, entre otros, estas figuras: José Arechavaleta, Francisco Vázquez Cores, Alcides De María, Constancio C. Vigil, Domingo Laporte, Luis Morandi, Antonio E. Morelli, Rafael J. Fosalba, Jiménez Pastor, Eduardo Ferreira, Samuel Blixen , Juan C. Moratorio.

Tras un breve paréntesis, en que permaneció cerrado, el 12 de abril de 1912, reabrió a todo lujo: “Nada de lo que hemos visto en la capital argentina o brasilera puede igualarse”, señalaba un cronista, para agregar: “Es un café único en esta parte del continente sudamericano. El principal salón ha sido decorado al estilo “Imperio”. El palo guinda domina, dando a la sala un aspecto rosa, interesante en extremo. Grandes cortinas del mismo color hacen juego con el fondo de las mesas dispuestas, cubiertas con legítimo cristal.” La descripción va a otros detalles, referentes a rosetones y adornos, etc., mencionándose en la realización de algunos trabajos la participación de los talleres de la Escuela de Artes y Oficios.


UNA PÁGINA DE MANUEL DE CASTRO


Aníbal Barrios Pintos, trazando las coordenadas de los tiempos por los que atravesara este singular comercio, exhumó una página de 1918, en la que Manuel de Castro, un contertulio habitual de las ruedas del café, recuerda muchos nombres ilustres, asistentes a los intercambios de ideas. Por la parte que daba frente al Teatro Solís, con enorme frecuencia, se veían a: Alberto Zum Felde, Carlos María Princivalle, Carlos Sabat Ercasty, Enrique Casaravilla Lemos, Justino Zavala Muñiz, Juan Parra del Riego, Vicente Basso Maglio, Alberto Demicheli, Ernesto Herrera, Fernando Pereda, Magariños Borja, Ildefonso Pereda Valdez, Enrique Dieste, Mario Radaelli, José Mora Guarnido, Andrés Percivalle Genta, José María Podestá, Humberto Zarrilli, Alfredo Cáceres.
El poeta peruano Parra del Riego se acompañaba, en muchas oportunidades, con su novia, Blanca Luz Brum. Lorenzo Batlle, Mario Dufort y Álvarez y los plásticos Domingo Bazurro, Guillermo Laborde, José Cúneo, Bernabé Michelena, Arzadum, Antonio Pena, Domingo Barbieri, Vicente Puig, Humberto Causa, Federico Lanau cruzaban sus comentarios en aquella babel de opiniones. Ello hizo decir a Manuel de Castro que “nunca se había visto tanta compenetración entre escritores y plásticos.”

CARLOS GARDEL Y CELEBRIDADES OCUPARON SUS MESAS

El memorialista Luis Alberto Varela aportaba información sobre la presencia de Carlos Gardel y su alegre barra de amigos, reunidos por frente al teatro y de la noche en que El Mago cantó Mi noche triste y El sol del 25.

Barrios Pintos ha escrito que el Viejo Tupí fue “paradero de hombres de letras, pintores, artistas, educadores y toda figura importante que visitaba Montevideo”. Cita a García Lorca, Clemenceau, Anatole France, Zamacois, Benavente, García Sanchíz, Gómez de la Serna. Otros recuerdan a la exquisita poetisa argentina Alfonsina Storni
Actores de la talla de Louis Jouvet y Jean Louis Barrault integraron sus voces al murmullo de las magnas noches que se sucedieron, casi sin interrupción, bajo las luces profusas de aquellos recintos, en que la cordialidad y la amistad tejía su entramado con los talentos.
Tras la creación de la Comedia Nacional, por el escritor Justino Zavala Muñiz, adalides del teatro uruguayo llegaban a beber su café, a examinar proyectos de puestas en escena, a evaluar actuaciones y a compartir impresiones de lecturas y debatir iniciativas. Margarita Xirgú, Orestes Caviglia, Alberto Candeau, Enrique Guarnero, Maruja Santullo, Estela Medina, Estela Castro, Concepción “China”Zorrilla, Eduardo Schinca y otros más, fueron parte de esta institución sui géneris.



Hacia 1959 el legendario baluarte del cosmopolitismo uruguayo cerró sus puertas. Una torre de cemento y cristal creció sobre su suelo. Pero no pudo evitar que su recuerdo se elevara, haciéndolo preciado símbolo de la cultura y la sociabilidad uruguaya.


waltercelina1@hotmail.com

jueves, 24 de abril de 2008

CAFÉS DE DOS ORILLAS (II)

LAS PULPERÍAS Y EL POLO BAMBA
Escribe Walter Ernesto Celina
FORMAS DE LA SOCIABILIDAD URUGUAYA


He de manifestar que después de algunas horas de conversación con el eminente investigador e historiador que es Don Aníbal Barrios Pintos, es poco menos que imposible poner en la horma de una nota, los ricos contenidos de un diálogo en que a su calidad y amplitud, se agrega el componente de la amenidad.
Debo pues, reconocer la proverbial deferencia de quien acompaña mis inquietudes periodísticas concediendo su precioso tiempo para ilustrarme en temas históricos y sociológicos.
Como he sostenido, el Café Tortoni, de Buenos Aires, es un espacio emblemático en el Río de Plata. Tiene el privilegio de desafiar el tiempo. Vive y se proyecta.
El Polo Bamba y el Tupí Nambá -como otros- del Uruguay y, en especial, de Montevideo, cayeron. Dejaron, sin embargo, estelas perdurables.
Cuando en la Facultad de Derecho se fundara la cátedra de sociología, fue el Prof. Dr. Isaac Ganón quien reivindicó el papel gregario de estos establecimientos.
Sin duda es Aníbal Barrios Pintos, quien con la friolera de unas 50 obras publicadas sobre los pueblos orientales, sus costumbres, sus gentes y su historia, ha hecho los aportes más firmes y eruditos en la materia.

LAS PULPERÍAS Y UN RELATO DE CARLOS DARWIN

En una monografía que le fuera publicada, por la Editorial Acción S.A., en agosto de 1973, el académico se retrotrae a las pulperías, para hablar luego, con absoluta propiedad, del surgimiento de los cafés. Indica que ellas están el origen de los comercios de campaña, de los almacenes y de los bares de los barrios.

En 1832 Carlos Darwin arribó a Uruguay a bordo del Beagle. En tierra firme visitó localidades de Soriano, Lavalleja y otras. De una pulpería de Minas, es este relato: “Pasamos la noche en una pulpería o tienda de bebidas. Un gran número de gauchos acude allí por la noche a beber licores espirituosos y fumar. Su apariencia es chocante: son por lo regular altos y guapos, pero tienen impreso en su rostro todos los signos de la altivez y del desenfreno; usan a menudo el bigote y el pelo muy largos y éste formando bucles sobre la espalda. Sus trajes de brillantes colores, sus formidables espuelas sonando en sus talones, sus facones colocados en la faja a guisa de dagas, facones de los que hacen uso con gran frecuencia, dándoles un aspecto por completo diferente del que podría hacer suponer su nombre de gauchos o campesinos. Son en extremo corteses; nunca beben una copa sin invitaros a que los acompañéis, pero, tanto os hacen un gracioso saludo, como puede decirse que se hallan dispuestos a acuchillaros, si se presentara la ocasión.”

Señala Barrios Pintos que las pulperías ampliaron inorgánicamente las poblaciones circundantes. Sirvieron de posta de diligencias, de posada y de rudimentarios clubes sociales. Se jugaba a la taba y al sapo; fueron ámbitos para las riñas de gallos, y -hacia el norte- lugares para carreras de gatos, descriptas por el escritor Enrique Amorim.

HACIA EL POLO BAMBA

Según la guía Montevideo, de Horne & Wonner, publicada en 1859, los cafés existentes llegaban a 28. Datos de 1876, cuando adviene el dictador Latorre, indican que Montevideo poseía menos de 115.000 habitantes. El primer café y restaurante de lujo fue El Oriente, surgido, precisamente, en ese año.

La aparición del Polo Bamba aguardaría unos años más. Surgió el 25 de julio de 1885, ubicándose en la calle Colonia y Ciudadela. Lo fundó Francisco San Román. Había nacido en el Valle Minor, el 1º de marzo de 1861. Llegó al Uruguay con 11 años, trasladándose después a Santa Catarina (Brasil), donde se desempeñó en una hacienda exportadora de café. Del emprendimiento participaría también su hermano, Severino San Román.

Una nota aparecida en la Tribuna Popular, de fecha 13 de marzo de 1886, ensaya una explicación del nombre Polo Bamba, citada por Barrios Pintos, aunque no admitida o confirmada. Tiene, sin embargo, un valor de aproximación. La transcribo:“Tal vez suponiendo San Román que el valor, la fuerza y robustez proverbial de los indios Polo-Bamba, dimanaba del uso que hacían del café, mucho antes de ser conocido en Europa, habrá querido levantar un monumento a la memoria de aquellos valerosos indios, o decirnos a los aficionados del café: -Sepan Uds. que llegué a descubrir el secreto o procedimiento que empleaban los Bambas para la torrefacción del café y, por consiguiente, sólo aquí podrán tomar tan delicioso licor, con todas las maravillosas virtudes terapéuticas que contiene.”

CENÁCULO DE INTELECTUALES Y POLÍTICOS


Alberto Zum Felde, quien analizó, desde el punto de vista de las ciencias sociales, la significación del Polo Bamba, lo caracterizó como un “café literario”, que configuraría un “fenómeno nuevo de nuestro ambiente”, aunque “posterior al iniciado en Buenos Aires, al estilo de los más famosos de París”.
La lista de contertulios, según investigara Aníbal Barrios Pintos, se integró, entre otras, con personalidades de este porte: Florencio Sánchez, Horacio Quiroga, Armando Vasseur, Roberto de las Carreras, Ernesto Herrera, Emilio Frugoni, Alberto Zum Felde, Ángel Falco, Leonelo Lasso de la Vega, Paul Minelli, Alberto Lasplaces, Ovidio Fernández Ríos, Carlos María Vallejo, Natalio Botana, Edmundo Bianchi, José G. Antuña, Medina Bentancort, César Mayo Gutiérrez. No faltan crónicas que agregan más nombres: Batlle y Ordóñez, Manini Ríos, Lagarmilla, Pérez Olave, Schinca, Agorio, Arturo P. Visca, Carlos Balsán.
Las mesas del Polo Bamba fueron frecuentadas por la anarquista española Juana Ruoco Buela. Ella recuerda la presencia de Adrián Troitiño y del librero Orsini Bertani, cuyo comercio fue, asimismo, tertulia literaria.
El 8 de octubre de 1913, El Día daba cuenta en una crónica: “Anteayer cerró sus puertas el Polo Bamba y pronto la piqueta de los demoledores echará por tierra las paredes de la casa que uno tomó como familiar refugio de la bohemia.”

sábado, 19 de abril de 2008

CAFÉS DE DOS ORILLAS (I) - EL TORTONI

Escribe Walter Ernesto Celina


UN CIUDADANO RIOPLATENSE

Mi distinguido amigo, el Dr. Carlos Perrotta, en medio del ajetreo de sus actividades profesionales en el foro bonaerense, me hace partícipe, en forma sistemática, de sucesos que se enlazan a la humanística y, en particular, a cuestiones atinentes a dos pasiones bien rioplatenses: Carlos Gardel y el tango.
Con motivo de los 150 años del Café Tortoni, símbolo de la Buenos Aires eterna, me ha hecho conocer el amplio programa de festejos que ha puesto en marcha la Comisión de Amigos del Café.
Él y yo hemos tenido el privilegio de vadear buena parte del siglo XX y nos sentimos muy unidos por la fraternidad que nuestros pueblos gestaron. Somos una porción de una sensibilidad común, la que nos identifica, nos honra y nos hace felices.

PEQUEÑO VIAJE A SU HISTORIA

Los destellos que emitieron los Tupí Nambá y los Sorocabanas uruguayos fueron absorbidos por el tiempo, por lo que de ellos subsisten las imágenes de una memoria, por cierto riquísima. El Tortoni porteño, en cambio, alardea contra los años, como dotado de una juvenil virtud.
Es muy argentino y, a la vez, uruguayo y cosmopolita. Tiene algo que se anuda como en una patria. Es dulce. A todos acoge y a todos iguala.
Fue fundado por el francés Jean Touan. Buenos Aires estrenaba su alegría de aldea abierta al trabajo transformador y a la inmigración. La Avenida de Mayo no era el surco edilicio en que se convertiría, aunque poseía el secreto de sus alardes arquitectónicos. El subte aún esperaba para adelantarse a los medios de transporte existentes.
El Tortoni platense debía ser una réplica de su homónimo parisino. Un café selecto, con vocación para atraer a espíritus creadores y a forjadores de ideas. De muchas ruedas abiertas a la sociabilidad y al debate sin término.
Primero se ubicó en la intersección de Esmeralda con Rivadavia. En 1880 se cambió para estar a unos metros de aquella dirección. Ahora sus dueños eran los esposos vascos Curuchet-Artcanthurry.
Al surgir la Av. De Mayo, un arquitecto belga delineó su sofisticado perfil. Finas maderas lustradas cubrían sus paredes y cortinados embellecían sus confortables ambientes.

LAS VOCES QUE VUELVEN

Hoy sus antiguos muros sostienen cuadros con fotografías, artículos de prensa y testimonios de personajes insignes.
Junto a los artistas, escritores, periodistas, profesores y profesionales que animan sus tertulias y a los visitantes, que desean vivir un momento de su encanto, por el Tortoni actual deambulan otras abigarradas voces.
La de Carlos Gardel, homenajeando con su canto entero a Juan de Dios Filiberto, el metalúrgico libertario que tiñó con nostalgiosas notas Quejas de bandoneón.


Surca ese espacio la de Jorge Luis Borges, repitiendo:

Yo habré muerto y seguirás / orillando nuestra vida. / Buenos Aires no te olvida, / tango que fuiste y serás.
Desde los astilleros, del puerto y los talleres, el viento dibuja en el cielo del café las imágenes de Benito Quinquela Martín y, como viniendo del Barrio 11, Raúl González Tuñón deja sobre una mesa unos versos sencillos: La Libertad es / simplemente / la Libertad / Ella se alimenta de / muertos. / Los Héroes cayeron por / Ella. / Sin angustia no hay / Libertad, / sin alegría tampoco.
Baldomero Fernández Moreno asciende desde la Bodega del bar del brazo con Alfonsina Storni y Eladia Blázquez. Ésta y Héctor Negro, habían escrito en Viejo Tortoni: ...Azul recalada, si el fuego es el mismo, / ¿quién dijo que acaso no sirve soñar?

¡Salud, café de la cultura y baluarte del pensamiento independiente, donde se recrean la amistad y las más puras emociones!


waltercelina1@hotmail.com