jueves, 15 de diciembre de 2011

EL TANGO SE MIRA A SÍ MISMO

Escribe Walter Ernesto Celina
walter.celina@adinet.com.uy – 10.12.2011

El tango, expresión de la sensibilidad rioplatense, se expandió por las riberas del mundo occidental por mérito propio y, ya crecido y consolidado, ha sido llevado a la categoría de patrimonio inmaterial de la humanidad por la UNESCO, la rama de Naciones Unidas especializada en asuntos de la cultura, la ciencia y la educación.
Es un tríptico que concertando melodía, canto y danza, desborda sus componentes para asociarse con la poesía. En tres minutos, o poco más, forja una elaboración artística, inconfundible y nada común con las músicas de los pueblos.
¿Se muere el tango?
Interpreto, a despecho de la prestigiosa opinión de Rodolfo Mederos, gran músico argentino, que como producto vivo, enraizado en la savia del colectivo rioplatense, tiene la propiedad de la permanencia en el cambio. Cual si se tratara de un majestuoso árbol que amplía sus brazos, florando para nuevos frutos.
Es que si la sociedad cambia, todo lo que de ella dimana, sufre transformaciones.

Las músicas más sofisticadas -conocidas como clásicas- no provienen de actos mágicos. Los golpes significativos de personalidad siempre exhiben determinados soportes inherentes a las comunidades en que se originan.
Para citar apenas un nombre pionero, el de Ástor Piazzolla -en una galaxia de artistas tantas veces olvidados-, diría que, con él, el tango cobra valor y enjundia clásica. Sobre las estructuras más transitadas surge otra, con variantes, que enaltece a la anterior y no la desmiente.
En un reportaje concedido a Laura Falcoff, en la Buenos Aires de siempre, Mederos que es un discípulo creativo de Piazzolla, confesaba una decepción compartible: “no creo que puedan volver los músicos, ni los poetas de otras épocas.” Tan entendible que, como él sostiene, todo “ha cambiado de manera sustancial”.
Sin embargo, existe un mundo irreductible, formado por las orquestas, cantantes y poetas que integraron los capítulos vigorosos de esta música, que siguen proporcionando deleites y ofreciendo sus historias para amplísimas reflexiones que, por comodidad, llamaría históricas o sociológicas.

Juan Campodónico es un joven músico uruguayo, fundador de lo que inicialmente se denominó Bajofondo Tango Club, hoy trasmutado en sonido Bajofondo.
A los compases tangueros sumó voces, como las culminantes en la transmisión de un evento futbolístico.
¿Eso era tango? ¿Y por qué no? Para algunos un tango peculiar, con mucho de objeto en un banco de pruebas.
Entrevistado por Alejandra Volpi, manifiesta este cultor -vinculado a agrupaciones de géneros populares distintos-, que “a veces la música es más poderosa que el mismo marco social”, añadiendo que “la belleza está en todos lados. “Con Bajofondo -reconoció- retomamos los gestos del tango que eran cosas propias de generaciones anteriores”. Rememoró que “el tango nació en los burdeles; originalmente tenía una forma rústica y eso fue cambiando. Por suerte, hubo gente poco prejuiciosa, de lo contrario, hubiera quedado ahí.”

Hace algunas semanas el mítico Mariano Mores estuvo en Montevideo, acompañado de su sexteto, vocalistas y de su entrañable familia.
Le revelaba al colega Carlos Reyes que fue en Montevideo donde sacó patente de compositor y que, su recordado Cuartito Azul lo consagró, como su primer éxito, en esta ciudad.
Luego vendrían Gricel, Uno, Cafetín de Buenos Aires y, como para compartir un sitial de privilegio con La Puñalada (de Pintín Castellanos), la magistral milonga Taquito Militar.
Marianito, con 93 dinámicos años, está en un punto indisputable del tango-canción. ¿Y cómo lo vive? Sin escepticismo alguno. “Lo primordial -aprecia- es la música en su conjunto”. Ella necesita “un color, una suerte de gusto y de romanticismo, que no deja de pasar por la vida de uno”. Quizás, de este modo, sea porqué sus elaboraciones en el pentagrama hacen simbiosis con letrísticas que tocan el alma. Tienen la propiedad de ir de generación en generación. Son trozos de roca dura de un tango más que cincuentenario. Flor que no desvanece su aroma.

El tango vive. No tiene partida de defunción.
Es algo así como una belleza cervantina, incapaz de negar los mundos mágicos de los García Márquez.
Sigue siendo “Lo que vendrá”, sentenciaría el maestro Ástor Piazzolla.

(Citas: “El País”, Uruguay, 17.06, 16.07 y 06.11 de 2011)

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