TROILO EN 100 CAPÍTULOS
Escribe Walter Ernesto Celina
waltercelina1@hotmail.com – 14.12.2009
Escribe Walter Ernesto Celina
waltercelina1@hotmail.com – 14.12.2009
Aníbal Troilo (Pichuco) es una de las esencias más perdurables del tango.
Para hablar de él se han juntado dos plumas: la de nuestro compatriota Horacio Arturo Ferrer y la del maestro argentino José Gobello (Belgo).
Véase lo que aporta este último, con su ilustrativo comentario:“Nuestro académico de número (1) Don Horacio Arturo Ferrer podría adjudicarse así mismo aquella conmovedora confesión de Ovidio (Tristes, IV, 10): Quidquid tentabam dicere versus erat, “todo lo que intentaba escribir era poesía.
De retorno de una de sus presentaciones triunfales en Europa, Ferrer da a conocer ahora esta obra sobre Troilo, hecha a lo grande. Nada hace Ferrer que no sea a lo grande, como los mil versos para Picasso que tiene en gateras.
Hay en este homenaje literario a Troilo recuerdos, anécdotas, valoraciones, admiraciones, crítica, historia mayor e historia menor… Pero ¡caray!, todo lo que intenta escribir siempre resulta poesía.
Así como Troilo dijo de Gardel que no era que su canto tuviese ritmo, porque el ritmo era él mismo, de Ferrer puede afirmarse que no se trata de que todo le salga poesía, sino que él mismo es la poesía.
Los cien capítulos que dedica a Pichuco, más una antología en CD y, todavía, de yapa, ciento veinte fotografías memoriosas, impagables, nos ofrecen, es claro, un Troilo cabal y multirostro, de quien los puñales de hielo con que nos desgarraba su derecha me persiguen como el ensimismamiento de quien estaba pensando en su propia alma, que se le escapaba por los dedos.
Leo a Ferrer y siento sus páginas como una verdadera almografía personal. Cien capítulos sobre Troilo son también cien capítulos sobre Ferrer.
Me cito a mi mismo. En mi poesía “A Misael” digo de lo que yo mismo escribo que, cada cuartilla es la fotografía que me muestra distinto e inmutable. También, inmutable y distinto se muestra Ferrer, ya se refiera a Pichuco, a Picasso, a Woody Allen, a la última grela o al colifato que ve a la Luna rodando como un queso de bola sobre el smog de la Avenida Callao. BELGO.”
(1): Referencia a la Academia Porteña del Lunfardo.







En las horas inmediatas a este pronunciamiento, efectuado en octubre de 2009 en la ciudad de Abu Dhabi (ciudad isleña árabe del Golfo Pérsico), el Embajador de la República Argentina en Uruguay publicó una nota, con el expresivo título de “Un patrimonio universal que fortalece la común identidad”.
Esplende el cofre musical. Fluyen los sones añejos de los tambores de la negritud y corporizan las telas de Pedro Figari. De los rescoldos del tiempo, llegan las coplas criollas que cantaron a la independencia y al gauchaje bravío. Y las que en ramillete se armaron, desembocando un día, en los versos que Villoldo estampó sobre una música de Saborido, para inaugurar con La morocha el más asombroso derrotero.

